CINE › “MEYKINOF”, DE CARMEN GUARINI
Tensiones entre ficción y realidad
Por Luciano Monteagudo
Hay una tensión tácita pero no por ello menos intensa en Meykinof, la mirada de Carmen Guarini sobre el rodaje de Ronda nocturna, la realización más reciente de Edgardo Cozarinsky, estrenada en mayo pasado. El documental y la ficción se celan constantemente en el film de Guarini y hacen de esa desconfianza mutua la materia de su tensión dramática. No se trata necesariamente de una colisión, de un combate de dos bandos en pugna, sino en todo caso de un encuentro pleno de susceptibilidades, de equívocos, de desengaños. “Me pregunto si esta película también es el mundo real”, se cuestiona Guarini, que eligió hacer Meykinof (una deliberada deformación de la expresión making off con la que se denomina a los documentales que promocionan un estreno) en primera persona, como una forma de afirmar la subjetividad de su punto de vista. Y a partir de esa subjetividad, plena de dudas e incertidumbres, el film de Guarini interroga, pone en cuestión las certezas con que una ficción debe reconstruir su mundo. “Filmar lo que sucede se vuelve más complejo que filmar lo que hacemos suceder”, afirma la documentalista, en lo que parece una irreductible declaración de principios.
El hecho de que su objeto de estudio sea el rodaje de un film de Cozarinsky le agrega a Meykinof una riqueza adicional, porque su cine –desde la pionera Puntos suspensivos hasta Ronda nocturna, que devuelve al director a la noche de Buenos Aires, más de treinta años después– siempre se caracterizó por no dejarse atrapar en las rígidas fronteras entre el documental y la ficción. “¿Más ficción o más realidad? En verdad, las dos cosas van muy juntas. Creo que todo depende del deseo que uno tiene de hacer algo. A mí lo que me gustaba era que lo fantástico surgiera de una realidad muy áspera, muy rugosa”, dice Cozarinsky en Meykinof, a propósito de Ronda nocturna. “Eso es lo que a mí me interesa: poner en contacto cosas que, a priori, no deberían estarlo. Esta es una película de fantasmas en la calle, en medio de la realidad, con cartoneros, con dealers, con taxi boys, con el gusto de filmar la noche en la calle, que es una cosa que a mí me fascina”.
En esa brecha, a través de ese portal entre ficción y realidad se introduce Guarini, precavida, escéptica, tanteando siempre el terreno, buscando la distancia exacta, consciente de que ella no está del todo afuera del rodaje pero tampoco adentro. La directora de HIJOS, el alma en dos se sabe sola en ese viaje: ella misma está detrás de la cámara y no reniega de su situación de extrañamiento. Por el contrario, se diría que se vale de ella. En el camino, descubre la intimidad de un rodaje distendido, pero no exento de dificultades: las bromas de los técnicos, unas visitas inesperadas (Juan José Sebreli, Daniel Link), pero también las desavenencias entre Cozarinsky y su director de fotografía, Javier Miquélez, por una escena que ambos conciben de manera diferente.
Hay otra preocupación permanente en el film de Guarini y es Buenos Aires. La ciudad ya era central en Ronda nocturna, casi un personaje más, y Meykinof aprovecha la circunstancia del rodaje permanente en la calle para interrogarse por la interacción entre actores y “extras”, los cartoneros, ese ejército de las sombras que aparece cuando cae la noche y que la película de Cozarinsky incorpora a su ficción de espectros. También aquí Guarini descubre fricciones entre la realidad y su registro: la cámara –la de Cozarinsky y quizás también la suya– inhibe a los cartoneros, que se sienten doblemente mirados, “cuando los espectadores vean en un cine sus habilidades desarrolladas en la pobreza”. De esos contrastes está hecho este insólito Meykinof.
7-MEYKINOF
Argentina, 2005.
Dirección, guión y fotografía: Carmen Guarini.
Montaje: Martín Céspedes.
Producción: Paola Pernicone, Maite Diorio y Marcelo Céspedes para CineOjo.
Exclusivamente en el Complejo Tita Merello y en el Malba.