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Sábado, 25 de octubre de 2008

LITERATURA

Textual

Nos sentamos frente al ventanal y fumamos en silencio. Hacía mucho tiempo que yo no tocaba un cigarrillo, además de que nunca fumé más que algunos por mes, pero le pedí uno en la esperanza de bajar la comida y así estar en condiciones de comer la torta. Aunque no la había visto aún, estaba seguro de que en algún sitio ella la tenía escondida y yo quería cumplir con todos los pasos del ceremonial cuando al fin la trajera, es decir encender las velitas y cantar el feliz cumpleaños y luego comer varios pedazos halagando a la pastelera. Ser un hombre solo, descubrí con beneplácito, no me impedía ponerme en el lugar de una persona para quien la soledad era todo menos una dicha, y por eso estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que pudiera disimular la deserción que había sufrido mi anfitriona, incluso bailar si ella me lo pedía. Por primera vez en la noche sentí que mi presencia en ese sitio cobraba un sentido, que no por azar era ésa la primera fiesta a la que concurría en años. Incluso llegué a creer (tal vez no a creer verdaderamente pero sí a jugar con la creencia) que Selin me había invitado a mí solo, y puesto que ahora el invitado de piedra dormía en la cocina, la fiesta empezaba.

* Fragmento de Muñecas (Emecé).

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