MUSICA
Es probable que, por una amplia gama de motivos, puedan ocurrir ilusiones ópticas o auditivas en este festival. Son diez días y el séptimo es un mojón duro en la maratón. ¿Es el pibe de los astilleros?, ¿Acá, en la Próspero Molina? Alucinación o delirio descartados: Arbolito, en acto, cumplía con su esencia de cruce y fusión. Refrendaba su sino. Era el ánima del Indio Solari sobrevolando el mismísimo epicentro nacional del folklore, a través de una personal versión que le incorporó instrumentos típicos del género a uno de los himnos del rock argentino. Así se copa la parada: pese a los escuetos 20 minutos que le dieron a la banda de folklore-rock, Arbolito –esta vez apoyada por el colectivo de percusión de La Chilinga– se despachó con uno de los sets más emotivos y festejados del festival. Alegría pura y un nivel de aceptación popular –más allá del grupo de seguidores que llegaron para verlos solamente a ellos– que hizo añicos el “temor” de los presentadores. “¿Les irá bien?... ojalá que les vaya bien.” No hacía falta la sugerencia. La cortedad del tiempo y algún problema de sonido no fueron suficientes para boicotear el clímax, ideal, feliz y ensoñado, que la banda propone cada vez. El comienzo con Liliana Herrero y Teresa Parodi, la parada airosa del Dúo Coplanacu, Paola Bernal –hermosa voz–, la fina propuesta estética de los músicos de La Pampa –Edith Rossetti entre ellos– y, claro, Gieco, generaron –cabe la insistencia– la mejor luna de esta edición. Sin divismos ni provocaciones superfluas: sólo con la música al frente. Esta noche es el turno de Luis Salinas, Rubén Patagonia, Soledad y el patio santiagueño, cuyos protagonistas serán Alfredo Abalos, Elpidio Herrera y la Chacarerata Santiagueña.
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