En paralelo al cambio de timón que quiere darle a su carrera, a André se lo podrá ver este año en tres producciones para la pantalla grande. En El niño pez, la película de Lucía Puenzo que se estrenará aquí en Semana Santa y que acaba de ser presentada en Berlín, el actor interpreta a Sócrates Espina, el padre de Lala (Emme), la adolescente que, enamorada de su mucama paraguaya, decide fugarse de su casa y termina involucrada en un crimen. “No es un protagónico, pero tiene un papel muy fuerte en la película. Me encantó trabajar con Lucía, porque es una directora talentosa: tiene un ángel especial. Uno no puede creer que siendo tan chiquita pueda dirigir a tanta gente con tanta pasión y claridad”, señala con admiración. Continuando con la ruptura del rol de galán, en La confesión, de Juan Manuel Jiménez, el actor se pone en la piel de un detective obsesivo con los casos que debe resolver, pero con un conflicto recurrente en su interior que no puede resolver y le digita su vida. “En realidad –cuenta– me convocaron para hacer el papel de psicólogo y terminé haciendo el protagonista, que era un personaje que me encantaba porque nunca había hecho de un policía recio y duro. Creo que quedó muy bien”. Por último, en el film de Fernando Díaz, La extranjera, André compone el papel de un veterano que se retira a un pueblo perdido en busca de la paz. “Es un tipo que creía que la paz pasaba por lo que le ocurría a él y no a sus semejantes: él saluda a los habitantes del pueblo pero no se involucra en nada ni con nadie. Hasta que la presencia de María (María Laura Calí), una mujer que regresa del exterior a su tierra natal, lo moviliza al punto de hacerlo entender que vivir en un lugar y formar parte de una comunidad no sólo tiene que ver con estar a gusto sino también con ayudar al prójimo y relacionarse con los demás. En definitiva, que el ser humano es en esencia social”, subraya.