Sábado, 21 de marzo de 2009 | Hoy
OPINIóN
Por Manuel Pampín *
Arturo Peña Lillo fue un difusor único e irrepetible de la cultura nacional y popular argentina de las últimas seis décadas gracias a la editorial que fundó en los años ’50. Su muerte produce un vacío importante en el mundo editorial del país. Como ocurrió en muchas otras ocasiones, con emblemáticos editores como Santiago Rueda, Gonzalo Losada o Bonifacio del Carril, creo que su labor como editor no tuvo el reconocimiento que se merecía en vida. Fue un modelo de editor por su fervor y militancia, dos cualidades que no abundan en estos tiempos. No debemos olvidar, además, que Peña Lillo hizo un trabajo de hormiga al descubrir y publicar a muchos autores jóvenes y poco conocidos por entonces, como Arturo Jauretche, Rodolfo Ortega Peña o Juan José Hernández Arregui, que después se convertirían en intelectuales de primera línea en el campo de la política y en el terreno de lo social. Se va a sentir su ausencia en la vida editorial argentina.
* Editor de Corregidor.
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