Alguna vez Julio Cortázar le dedicó un poema a esta mujer, antes de que trabaran una amistad en el exilio compartido: “No sé lo que hay detrás de tu voz. / Nunca te vi, vos sos los discos / que pueblan por las noches este departamento de París”, le escribió. En su oficina de la Asociación Argentina de Intérpretes, la Rinaldi tiene enmarcada una foto en blanco y negro autografiada: Cortázar se acerca a abrazarla al escenario del Olimpia de París, el día de su debut. En febrero pasado, en ocasión del aniversario redondo de la muerte de Cortázar, la editorial Alfaguara anunció la publicación de Papeles inesperados, un volumen que recoge textos inéditos y dispersos del autor, encontrados por su viuda y albacea Aurora Bernárdez “en una cómoda” de su domicilio parisino. Entre los papeles inesperados que ahora se publican, se anuncia un texto que le escribió a la Rinaldi. “La verdad... No me gusta tanto la idea de que eso se publique”, dice ahora ella. “Siento que es un poco inmiscuirse en la intimidad de alguien que en vida no sé si quiso mostrar eso. Me pongo en su lugar, y no me gustaría que me lo hagan. No quiero parecer desagradecida. Pero yo no tengo que agradecer, lo que me escribió Cortázar, lo escribió en vida, y tuve su permiso para publicarlo.”

“Si hay algo que lamento, desde todo lo que lo he querido, es que no haya podido darse a conocer en nuestro país como merecía. Todo lo que le dio a Francia como ciudadano, gustosamente lo hubiera podido dar en la Argentina. Pero no estoy tan segura de que gustosamente hubiera sido comprendido. Y cuando deseó volver, quizá para siempre, recibió un desprecio que lo obligó a irse de la peor manera, con la gran tristeza no sólo de no haber sido recibido, sino de saber que no volvía nunca más. Dos meses después se murió. Yo no sé cómo durmió tranquilo quien le hizo creer al doctor Alfonsín que la figura de Cortázar iba a afectarlo políticamente”, señala Rinaldi.