Lunes, 4 de mayo de 2009 | Hoy
“Hay innombrables representaciones del cuerpo que son simultáneas en nuestro mundo actual y radicalmente diferentes”, sostiene Le Breton cuando se le pregunta cómo considera al cuerpo contemporáneo. “Hay millones de personas –subraya– que no se preocupan por su cuerpo, para quienes el cuerpo es una evidencia, que por supuesto arreglan, peinan, pero no más que eso. Pero también hay otra gran cantidad de hombres y mujeres que buscan acentuar su cuerpo, persiguiendo los estereotipos de lo femenino y lo masculino: mujeres que quieren volverse más mujeres y para eso hacen gimnasia, régimen, se practican cirugías estéticas, utilizan la cosmética. Hoy asistimos a una mundialización del modelo de mujer, un imperativo de juventud, belleza y seducción. Por el otro lado tenemos a los hombres que buscan acentuar la apariencia de virilidad y aquí tenemos el culto a los músculos, el bodybuilding y el fisicoculturismo, una voluntad de mostrarse como hombres fuertes, con una suerte de sobrecuerpo que los protege de la complejidad del mundo. Y finalmente tenemos el movimiento trans: para los transexuales la pertenencia al género masculino o femenino es una decisión personal; no importa cuál sea nuestro cuerpo, podemos decidir si queremos devenir hombres o mujeres a través de las operaciones, cirugías estéticas, los procedimientos hormonales. Entre los trans hay quienes rechazan la noción de género, para ellos sólo existe el individuo. Además hay un cierto número de científicos, especialmente norteamericanos, que consideran al cuerpo como algo superfluo, obsoleto, pasado de moda, del cual sería mejor desembarazarse. Esta tendencia toma dos grandes direcciones: por un lado, el cyborg y la voluntad de adjuntar a la carne una cantidad de piezas informáticas que darán lugar a una posthumanidad que espera la inmortalidad y la eterna juventud. Por el otro, están los que, a partir del desarrollo de la web y de la computación, tienen la sensación de que el cuerpo ya no importa y de que lo único que importa es la información que tenemos en nuestro cerebro. Entonces si pudiéramos trasladar esa información a una máquina nos convertiríamos en esa máquina y, por lo tanto, devendríamos eternos, puesto que la máquina es fácilmente reparable o reemplazable.
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