Lunes, 4 de mayo de 2009 | Hoy
UNA PRESENCIA ESPERADA EN LA FERIA
David Le Breton estuvo presente en la 35ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, donde presentó su libro El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos (Nueva Visión, 2007). Con él estuvieron Carlos Trosman, docente en el campo de lo corporal y miembro fundador de la asociación Movimiento de Investigadores y Trabajadores Corporales para la Salud Argentina, y Elina Matoso, directora del Instituto de la Máscara y titular de la materia Teoría General del Movimiento de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, autora de El cuerpo, territorio de la imagen (Letra Viva, 2001) y El cuerpo, territorio escénico (Paidós, 1996). “Es importante una mirada como la del profesor Le Breton para no perdernos el sabor del mundo”, manifestó Trosman en su introducción a la obra del sociólogo francés. Mientras tanto, Matoso definió a Le Breton como un “hombre del laberinto a la búsqueda de los significados con los que se vive el mundo.” Pronto, el intelecto dio lugar a lo sensible y la lupa se puso sobre la piel, lugar de las cicatrices, heridas e inscripciones de la historia personal. El lenguaje se manifestó incapaz de revelar todos los aspectos de la percepción humana, considerada como otra forma de comunicación tan válida como la lengua. Hubo espacio para la poesía, porque el mundo para Le Breton es una “inmensa ficción”, construido por los sujetos en cada momento histórico. “No hay una realidad objetiva que podría ser descripta por los actores, el mundo se confunde con la percepción que tenemos de él”, explicó el teórico francés. “No somos ojos frente al mundo sino mirada, no somos orejas sino una escucha, no somos boca sino una gustación. Las percepciones sensoriales no son una ventana o espejo del mundo sino una actividad de interpretación por parte del actor, inserto en una trama social y cultural que su historia personal ha particularizado.” A partir de esta premisa teórica, empezaron a proliferar las historias y anécdotas: en una cultura lejana las personas ven muchos más colores que en Occidente; un ciego pudo por fin ver pero no mirar porque no había aprendido a ordenar el caos visual, como lo hacen los niños en los primeros años de vida; una sorda se suicidó al recobrar la audición porque para ella escuchar era sumergirse en un infierno de ruidos, pues desconocía el código mediante el cual el mundo sonoro cobra sentido. “El antropólogo debe romper con todas las evidencias en el mundo en que vivimos. Mostrar que a cada momento el mundo es una invención y que no hay nada más allá, no hay una realidad en sí misma a ser descifrada por la antropología. Más bien, la cultura es una inmensa ficción”, concluyó Le Breton.
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