Martes, 12 de mayo de 2009 | Hoy
OPINIóN
Por Daniel Divinsky *
Resulta muy difícil redactar una columna novedosa como resumen de una Feria del Libro que ya promedia su cuarta década de existencia. Un dicho popular afirma que las novias, en el día de su boda, tenían que usar algo nuevo, algo viejo, algo azul y algo prestado. Y todo eso exhibió esta Feria, una novia madurita ya, pero no desnudada por sus galanes como la de Duchamp.
Lo nuevo: stands colectivos de editoriales medianas y chicas, profesionales, audaces, sólidas, inteligentes y que no son absolutamente bonsai (que es como calificó un editor español a las microeditoriales por ser decorativas, requerir muchos cuidados y estar destinadas a no crecer nunca). Al del Consorcio de Editoriales Independientes (Infinito, Maizal, Del Signo y Papers), presente desde hace unos años, se agregaron dos más. El de Bajo la Luna, que albergó, además del sello epónimo, a Entropía, Paradiso, Mármol Izquierdo y Cactus (no sé si olvido algún otro) y el de la Cámara Argentina del Libro, donde estuvieron representados muchos otros sellos de calidad (Lumière, De la Araucaria, Remolino, Pequeño Editor, Gran Aldea, etc.). Y también la mayor presencia de dos sellos en crecimiento que compartieron un stand mayor con sus destacables catálogos: Marea y Del Zorzal. Asimismo, con su propio espacio, la cordobesa Comunicarte, con excelentes libros para chicos.
Lo viejo: la abrumadora presencia de libros de autoayuda y afines, cuyos autores convocaron enormes colas para obtener su firma, ratificando que la autoayuda bien entendida empieza por casa.
Lo azul: el pabellón marcado con ese color, otrora una especie de Siberia, que resultó vivificado por la presencia de editoriales vibrantes como Iamiqué y por ser camino a salas de actos y al espacio infantil.
Lo prestado: los casi treinta directores literarios y editores extranjeros que, convocados por tres instituciones distintas: la Fundación Typa, la propia Feria de Frankfurt y el Instituto Goethe (que hubieran debido coordinar su esfuerzo), vinieron al país para informarse sobre autores argentinos cuyos derechos de traducción pudieran comprar, para aprovechar el subsidio establecido por la Cancillería con el fin de alentar la publicación de sus obras con vistas a la Feria de Frankfurt de 2010, donde somos país invitado de honor.
Si hay que marcar ausencias, además de las de México y Grecia, la más lamentada por muchísimos visitantes: las chicas del fernet con cola no estuvieron este año, haciendo extrañar lo espirituoso de la bebida y lo carnal de sus minifaldas.
* Editor del sello Ediciones de la Flor
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