Miércoles, 3 de junio de 2009 | Hoy
LITERATURA
La enfermedad es sin metáfora, sin sentido, sin representación. La lengua de la enfermedad está por inventarse, igual que la lengua de la literatura. Es decir, la literatura ya ha sido inventada, y el habla de la enfermedad también, pero en el momento mismo en que se las inventa, se desvanecen, se escapan como arena entre las manos, como sal. Marcan pero no dejan huella. Ninguna metáfora da cuenta de la enfermedad porque ella es plana, no tiene anverso ni reverso, no remite a ningún otro signo. Si algo define la enfermedad es la intransigencia. No transa. No se puede comprar ni vender. Acontece y eso es todo. Pertenece al orden de la demostración, de lo que ocurre. En la enfermedad no hay heroísmo, cualquier relato sobre la resistencia le es ajeno (...) La literatura, como la enfermedad, es una cosa, un cactus: se oponen al diálogo, al consenso, a la argumentación; proceden como el terror revolucionario, disuelven las jerarquías y, como verdaderas revolucionarias, se disuelven a sí mismas cada vez que logran su objetivo. En todo esto pensaba Dami, es decir, no pensaba en nada. Caminaba por la calle como si nada estuviera pasando. Como si los sucesivos fracasos y las sucesivas enfermedades no hicieran mella en él, como si nada lo afectase.
* Fragmento de Autobiografía médica (Mondadori).
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