Miércoles, 29 de julio de 2009 | Hoy
TEATRO › LAURA YUSEM Y ADRIANA AIZENBERG, DIRECTORA Y ACTRIZ DE LA OBRA
Las dos mujeres elogian “el humanismo de Griselda, que es único, y su texto, de una belleza abrumadora”, y asumen que trabajaron en la preparación de la puesta entre la libertad, la soltura y la admiración por la autora.
Por Hilda Cabrera
“Dar limosna produce siempre mucha perplejidad, y no darla también.” La actriz y directora Laura Yusem opina que la mayoría de las personas “no pueden resolver nunca en su vida el hecho de dar o no dar”. Esta disyuntiva aparece como misterio en la obra de Griselda Gambaro que inaugura la temporada en la sala Luisa Vehil del Teatro Cervantes. Se trata de una versión escénica de la autora sobre su cuento “El misterio de dar”, que integra Lo mejor que se tiene, libro publicado en 1998. La puesta es para un personaje, la señora Schneider, que interpreta Adriana Aizenberg. La acción se desarrolla en una habitación donde, entre otros elementos, se encuentra “un piano descolado y un pequeño caballo de madera con una base a balancín, el pelaje roído y una larga cola”, que –apunta Yusem, en diálogo con Página/12, junto a Aizenberg– fue armado en el Cervantes. Lo pide el texto y la escenógrafa Graciela Galán, que alterna su trabajo entre Francia y Argentina, y acompañó a Yusem en sus montajes: “Trabajamos juntas desde 1978, cuando estrenamos Vecindades, de Máximo Soto, en el Payró; y casi el noventa por ciento de mi producción fue con ella”.
–¿Cuál es el misterio? ¿No tener casi nada, como la pensionada Schneider, y darse el gusto de ser generosa?
Laura Yusem: –El personaje no sabe por qué lo hizo, y yo no trato de explicarlo. Como directora busco misterios. El título resume lo medular de esta historia. Aquí lo que se da es dinero, pero podríamos referirnos a otras cosas que se dan a cambio de nada. Esta señora supone que después de su gesto la mujer y el hijo que pedían una limosna se sentirían menos solos.
–¿El lazo común es la soledad?
Adriana Aizenberg: –El personaje valora haberles entregado la pensión; lo ve como una aventura y se siente feliz por eso. Al regresar de la calle a su habitación y llamar a su marido –que no está porque murió– se la ve contenta. Habla con los objetos y con lo que puede, porque prefiere inventar y sacarse las palabras de encima y no quejarse de la vejez ni de los dolores del cuerpo. Es una forma de preservar su dignidad.
L. Y.: –Sin embargo tiene una opinión crítica sobre la limosna. Por eso es tan misterioso su desprendimiento. El tema de la limosna es universal; alguna gente da y tranquiliza su conciencia, y otra da también, como esta señora, bastante más que una monedita. Lo interesante es que ella lo considera un momento precioso.
–¿Cómo traslada esa ambigüedad a la escena?
L. Y.: –No es un trabajo complejo para mí, porque cae absolutamente sobre la actriz, y Adriana transita todas las contradicciones de su personaje con enorme soltura y gran libertad. Y eso es suficiente; no agregué nada al texto. El misterio de ese acto generoso debe permanecer. Los personajes de Griselda son contradictorios, pero en algún punto compasivos. El humanismo de Griselda es único, y su texto, de una belleza abrumadora.
A. A.: –No siempre se tiene la suerte de que te ofrezcan un texto tan bien escrito y con humor. Porque a mi personaje le pasa de todo. Con esta señora Schneider no me torturo. Mi experiencia es pura alegría y creación. Pasé momentos muy difíciles durante los últimos meses y los fui superando en estos espacios de libertad.
–En la obra se habla de las promesas de la vida, a las que creemos. ¿Cuáles son esas promesas?
L. Y.: –La principal es que vamos a vivir y no morir. Es una promesa existencial.
A. A.: –Que si no se cumple en la realidad se cumple en el teatro, porque las obras de Griselda son vitales para un actor.
–Y cuenta con directores que la cuidan. ¿Cómo es cuidar las obras de Gambaro?
L. Y.: –En mi caso no sé si la palabra es cuidado; ¡la admiro tanto! Sus obras no son para mí un trabajo esforzado, al contrario, me siento como pez en el agua. No me sucede lo mismo con otros autores; en general no tengo con ellos esta felicidad. Haber estrenado tantas obras de Griselda es un privilegio que me ha dado la vida.
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