Natalia Oreiro se escapó hace tiempo del módico lugar reservado a la heroína de telenovelas: hizo un pase de magia y se autoconsagró como figura pop. ¿Contribuyó, tal vez, su aparición toda apretadita en látex rojo para el lanzamiento y recitales de su disco Tu veneno? ¿O su conversión a heroína de comic inventado en Turmalina? Allí rozaba el ridículo sin sumergirse del todo. Y luego se enchastró con gusto, en tiempos de Muñeca brava, en todos los tópicos de la cultura “baja” (la calle, la bailanta, la servidumbre, la olla popular). En esa tira guionada por Enrique Torres descubrió que lo que no podía modificar había que acentuarlo y se tragó del todo las eses, se puso la gorrita y aggiornó a la Raulito en clave posmo, más atractiva y con potencial para ser una reina de carrozas en el carnaval de Gualeguaychú. En ese tiempo, pautada por el guión a visitar un santuario, conoció a Gilda y se hizo fan, tal vez influida por su amigo Leo García. Una canción de esa ídola bailantera (Corazón valiente) abrirá desde el lunes la historia de Sos mi vida.

–Cuando sucedió lo de Muñeca... –recuerda Natalia Oreiro–, ninguno de los dos (ella y Facundo Arana) esperaba mucho... Y no teníamos ganas de continuarlo, se iba a desgastar la historia y los personajes. El hecho de que haya pasado tanto tiempo y nos volvamos a juntar en Sos mi vida nos encuentra más grandes, más asentados... Además nadie nos había propuesto algo antes. Lo hago porque está Facundo, porque me dijo que tenía muchas ganas de trabajar conmigo.

–Para hacer a Monita, una boxeadora, ¿tomó rasgos de otras heroínas de ring?

–En toda mi vida no había visto una película de boxeo, ni Rocky ni Million Dollar Baby. Tenía un prejuicio enorme, pero boxeo no sólo es matar al otro. Es la inteligencia de saber cuál va a ser la jugada de tu contrincante. Y es el esfuerzo de la Tigresa (N. de la R.: que la entrenó durante un mes y medio antes de estrenar la novela) para dejar otras cosas y ser campeona, poder salir de la pobreza, tener trabajo y representar al país.

Sos mi vida retoma el tono alocado de Muñeca brava, se convierte en una sátira de telenovela que en 1998 era toda una novedad y ahora es la regla en el género desde Resistiré hasta Amor en custodia. Es, también, su retorno a un formato más convencional (el de la historia de amor entre chico rico / chica-pobre-pero-luchadora) después de ese engendro llamado El Deseo (2004) que pretendió bifurcar anécdotas de misterio sobrenatural, excusa policial y triple historia de amor (guionado por la dupla Belatti/Segade) y no rindió en términos de rating. Para esa novela excéntrica, Natalia Oreiro había estudiado circo y acrobacia, como ahora se entrenó en boxeo y abandonó el naturismo, obsesiva de los cambios bruscos de actitud y oficio para cada personaje, decidida a pegar piñas en serio. Pero volviendo a su rol como faro de la cultura pop, fue inspiradora lejana de la novela Miss Tacuarembó de Dani Umpi, de La asesina de Lady Di, de Alejandro López. Y fue homenajeada en un cumpleaños “artie” por un grupo de vanguardistas uruguayos (Dani Umpi, Martín Sastre, integrantes del grupo Movimiento Sexy) y contactada por teléfono por el cantante Leo García sólo para hacerse amigo; él era su fan. Esos fans estarán contentos de verla en Sos mi vida, cuando retomará todos los rasgos de Muñeca brava: huérfana, peleadora, machona, bruta, “de corazón grande”, dice la Oreiro. A horas del estreno, no se olvida de su nueva amiga, la Tigresa Acuña:

–Lo más importante que me enseñó Tigresa es el respeto por el boxeo: entrenar todos los días a toda hora. Si uno pierde la constancia, pierde la distancia.

–¿Pega de verdad?

–Querían hacer la pelea trucada y yo quise que fuera de verdad. Al principio pegaba y pedía perdón. Ramón Chaparro, el marido de la Tigresa, me quiere hacer competir en serio. Le digo: “Si me la ponen, no vuelvo a trabajar”. Y me dice: “En el ring tenés un futuro enorme”.