Martes, 24 de enero de 2006 | Hoy
TEATRO
Sucede que algunas obras actúan como disparadores de experiencias propias. “Los textos suelen tocarnos en algún lugar –sostiene Urquijo–. El arte abre puertas y ventanas al pasado y el presente de quien lo practica. A veces pienso que uno eligió este oficio para intentar ampliar el conocimiento de sí mismo.” A Dufau la conmueve especialmente la escena en que su personaje dice que la única que merecería estar allí esa noche es su madre, que ha muerto. “Mi madre –cuenta la actriz– no terminó la escuela primaria. Fue obrera hasta que se casó con mi padre, que había nacido en el campo y fue autodidacta, periodista deportivo y llegó a escribir en La Nación.” La actriz agradece los esfuerzos de sus padres preocupados por su educación y menciona los hechos por ella y Urquijo respecto de los hijos propios. “Hugo quiso darles lo mejor. El fue siempre muy estudioso: tuvo diez absoluto en la escuela secundaria y se recibió muy joven de médico psicoanalista. Cuando estrenamos esta obra en 1988, pensé: ¡qué pena que mis padres no hayan podido verme! Lo hubieran disfrutado mucho. Perdí a mi padre siendo muy chica, y mi madre tampoco estaba entonces.”
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