Miércoles, 1 de febrero de 2006 | Hoy
TEATRO
“El dramaturgo puede quedarse en casa, escribir y guardar el material, o publicarlo y esperar el estreno. Es menos dependiente que el actor. Por eso, cuando la obra sube a escena, cuando empieza la fiesta, se queda afuera: come en la cocina. Si no estrena, puede engañarse y decir ‘ahora no pasa nada, pero ya van a ver dentro de veinte años’. Somos donantes de órganos hasta después de muertos.” Roberto Cossa es tajante en sus apreciaciones sobre el papel del autor. Tal vez por eso este creador de títulos que atrapan, como Nuestro fin de semana, Los días de Julián Bisbal, La ñata contra el libro, La nona, Ya nadie recuerda a Frederic Chopin y Gris de ausencia, haya puesto tanto empeño en la labor que desarrolla en Argentores: “Hace año y medio que puse el pie allí con el propósito de recuperar el rol del autor de teatro, radio, cine y televisión”, enumera. Opina que la coherencia es una ética y hasta una categoría genética: “Uno puede opinar distinto según pasan los años, y decir ‘mirá, yo era marxista y ahora no’. Porque la historia cambia y coherente no es lo mismo que rígido”. Está finalizando una obra de dos personajes, un padre de 70 y una hija de 40, enfrentados, y espera ver pronto estrenada su versión libre de María Estuardo, de Friedrich Schiller, adaptada para dos actrices (Ruby Gattari y Stella Maris Closas). Rubens Correa se encarga de la dirección.
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