Miércoles, 24 de marzo de 2010 | Hoy
CULTURA
“Me parecía extraño que en Argentina no se hubiera trabajado más el tema”, reconoce Saracino, que a pesar de haber nacido en 1978 lleva publicados veinte títulos en varios idiomas. “Los que crecimos durante la dictadura –confiesa– nos encontramos con un concepto extraño de la muerte. El mal nacido de Videla lo planteó claramente: había gente que `no estaba’. No eran ‘ni vivos, ni muertos`”. En el país de los desaparecidos, el conflicto de los personajes que no terminan de morirse provoca fascinación; aunque no se hayan podido hacer films de fantasía sobre eso salvo contadísimas excepciones.
Recientemente una productora europea se animó con Aparecidos (Paco Cabezas, 2007). Es sobre unos pibes que vienen al país porque su padre se está muriendo. En medio de las despedidas, descubren que su papá ha sido represor y que hay espectros de torturados que piden tener un entierro para descansar en paz. “Como pasó con La vida es bella, la propuesta despierta polémica y da para discutir. El debate, en todo caso, es muy pero muy interesante”, reflexiona Saracino.
Por lo demás, la incapacidad local para producir sostenidamente cine fantástico es llamativa. “Tal vez sea porque tuvimos directores y autores que han querido considerarse `serios`”, diagnostica el escritor. En los noventa, en plena crisis, irrumpió Farsa Producciones con Plaga zombie (Pablo Parés y Hernán Sáez, 1997), a la que le siguió Plaga zombie: Zona mutante (Parés, Sáez, 2001). A partir de ahí, la obsesión se difundió y nadie sabe cómo detener la horda que sigue avanzando. ¿A alguien le resulta una imagen familiar?
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