TEATRO
Frente a frente, Savignone se muestra como en el escenario: sereno. Aunque sus máscaras le metan revoluciones a los engranajes de su cuerpo, cuando regresan al perchero sobre el escenario se toma el tiempo necesario para elegir a la sucesora, para mojarse la garganta, exigida por las voces de sus evocaciones, que –afirma– se alimentan de “elementos que están en el aire”. “Para la gente, no pensar en resolver ya es muy difícil. Y es un pensamiento destructivo porque es una exigencia que no deja disfrutar, por más que haya éxito. El objetivo de la improvisación es, precisamente, salirse del autómata”, señala. Por eso no concibe su profesión como una “carrera”: “Siento que no tengo ningún lugar al que llegar. Disfruto mucho de lo que hago, me angustio mucho, me frustro también. Pero es mi vida y trato de hacer lo mejor, de transmitir la necesidad de hacer. Si hay cosas que se tienen que dar, bienvenidas; pero está el presente, que es lo mejor que puedo hacer ahora.”
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