Sábado, 22 de mayo de 2010 | Hoy
CULTURA
La presentación de la nominación de Abuelas para el Nobel de la Paz fue sencilla y emotiva. “La lógica de Oslo nos es desconocida”, dijo Ignacio Hernaiz, director del Canal Encuentro, encargado de la presentación. “Pero la contribución de Abuelas es indiscutible, como su amor. Nunca escuché de Estela una palabra de odio. Trabajó para la reconstrucción del tejido social. Y el consentimiento internacional va creciendo.” Prueba de ello es abuelasdelapaz.com.ar, “organización de ciudadanos dedicados a sumar adhesiones, entre las que ya se cuentan las de otros Nobel de la Paz, de Literatura. Si el Premio se otorgase por cantidad de firmas y adhesión de instituciones, las Abuelas lo ganarían”. Estela agradeció emocionada y con serenidad. “Esta lucha que debiera habernos endurecido –porque el secuestro de una hija de 23 años y el robo de su bebé laceran para siempre el corazón– nos sirvió para construir. Las mujeres, que damos la vida, luchamos por la vida. Por eso estamos acá: queremos que se sepa que esto sucedió en la Argentina, un país culto, educado, en el que parecía imposible que sucediera. Queremos dejar un aviso, una señal de que puede pasar en cualquier lado. Y el día que las Abuelas no estemos, igual vamos a estar, porque nuestra sangre está en un banco genético a la espera de los nietos.” Fue breve y el momento fue cálido. En cambio, su intervención en la mesa siguiente provocó en el Centro de Convenciones de Bruselas un silencio duro e inmóvil. Habla con una tranquilidad inquietante: como si hubiera procesado el dolor de los hechos y ofreciera sólo la carcaza vacía del terror, volviéndolo aún más frío, siniestro y desolador. El relato de la desaparición de su hija, el secuestro de su nieto, del ajuar con que lo esperó tantos meses, sigue siendo escalofriante. Después, la calidez vuelve al aire: “Ahora abrimos el camino de la genética. Y pensar que empezamos mirando las caras de los chicos a ver si se parecían a un tío o a nosotras... Las Abuelas no imponemos nada, porque cada uno tiene sus tiempos. Nos han ofrecido devolvernos a los nietos si aceptamos la impunidad. Pero no podemos mirar a los ojos a nuestros nietos sabiendo que negociamos la sangre de su mamá y su papá. Por eso nos cuesta más. Por eso nos dicen que miremos adelante y que demos vuelta la página. Vamos a darla vuelta, pero primero vamos a escribirla”.
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