Jirí Srnec hijo dio sus primeros pasos en el teatro negro cuando tenía catorce años, aunque estaba en ese ámbito desde antes. “Estudiaba teatro de texto. Pero con eso no podés ir más allá de las fronteras. Me gusta hacer esto en todo el mundo y que todos puedan comprenderlo”, compara.

Para Srnec, una de las complejidades que tiene la técnica llega en el momento en que varios actores deben transferir vida a un mismo objeto. “Es más difícil cooperar. De repente, el objeto tiene que ser un caballo. Hay un pasaje de vida”, resalta. Sin embargo, no se trabaja con una partitura que dicte a cada artista qué es lo que tiene que hacer o que indique su ubicación. “Tiene que escuchar bien la música”, explica Srnec. Y la técnica se resume como “un diálogo entre un actor y las personas que son invisibles”. Aunque en La bicicleta... hay actores destinados a la invisibilidad, en general todos aparecen finalmente ante los ojos del público. “Normalmente nuestros artistas tienen una escuela de actores y quieren que la gente los vea”, explica Srnec.

En el teatro negro, la estética es fundamental. De hecho, es el punto de partida de las obras. “Normalmente mi papá hace un guión que incluye los dibujos del escenario. Después, lo que sucede depende mucho de lo que la gente pueda ofrecer”, detalla.