Más de cincuenta años es mucho. Toda una vida. Los vínculos de Noé Jitrik con Uruguay arrancaron con sus textos para el semanario Marcha a fines de los años ’50. Se acentuaron cuando publicó su ensayo Horacio Quiroga. Una obra de experiencia y riesgo (1960). Y se afianzaron a través de Angel Rama, el más joven de la “generación del 45” o “generación crítica”, el más renacentista de todos los intelectuales de este continente, según Jitrik, que colaboró con la editorial Arca, dirigida por Rama. En 1986, con la vuelta de la democracia, la trama de amistad uruguaya se multiplicó con las invitaciones frecuentes para dar seminarios y cursos en la Universidad de la República, donde también lo nombraron profesor honorario. “Mi relación es muy cálida, nunca viví allá pero me siento como en casa. Para mí Montevideo es lo mismo que Buenos Aires, con la única diferencia del imperialismo argentino en materia editorial. Los libros argentinos probablemente estén en las librerías uruguayas, pero no a la inversa. Un excelente texto de Omar Prego, Delmira, no se encuentra en las librerías argentinas”, señala Jitrik.