Miércoles, 11 de agosto de 2010 | Hoy
CULTURA
“La idea de felicidad cambió en tiempos modernos –dice Agnes Heller–. En otros tiempos la felicidad era algo objetivo, se podía saber quién era una persona feliz, alguien que era virtuoso, que tenía buenos niños, tenía salud y una riqueza promedio –enumera con suma ironía la filósofa húngara–. Esa era la felicidad. Lo que descubrió Kant es que en la modernidad la felicidad se volvió subjetiva. Lo que hace a una persona feliz hace a otra persona infeliz. La felicidad es emocional; como el sentimiento es individual, entonces se vuelve subjetivo y se acaban las recetas para la felicidad. Le podés preguntar a alguien que tiene una buena familia si es feliz y te puede decir que no es feliz. Si la persona está deprimida, no es feliz, más allá de tener todo lo que a otra gente haría feliz.” Con el modernismo, agrega Heller, la felicidad se ha vuelto algo psicológico. “Uno puede usar el término de la modernidad ‘la buena vida’ como algo objetivo, pero en cuanto a la felicidad, es totalmente subjetiva. Podemos hablar de felicidad solamente en términos de momentos felices. Esta es la verdad de Fausto, que tiene que atrapar el momento de felicidad. Pero el momento feliz nunca se queda. Siempre se va. Y eso es bueno. Y es suficiente.”
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