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Viernes, 10 de marzo de 2006

MUSICA › OPINION

Alzar la voz, bajar la voz

 Por Eduardo Fabregat

De a poco, los círculos que se abrieron el 30 de diciembre de 2004 comienzan a cerrarse. Omar Chabán, el gerenciador de República Cromañón, vegeta tras las rejas, esperando un juicio oral del que sólo puede esperar nuevos dolores de cabeza. Varios funcionarios permanecen procesados, varios policías deberán responder por la comprobación de coimas. Aníbal Ibarra ya no es jefe de Gobierno: no fue él quien hizo la vista gorda, no fue él quien no inspeccionó el local, pero sí fue quien designó a las personas que permitieron ese escenario de terror. De a poco, entonces, las responsabilidades múltiples por el incendio que dejó 194 muertes y centenares de víctimas que siguen arrastrando las consecuencias van cayendo en su lugar. ¿Todas? No. No todas.

Así lo informó Raúl Kollmann en este diario, el martes: “Los integrantes del grupo Callejeros saldrán a la cancha a partir del viernes –después de que se lean los fundamentos de los votos en el juicio político a Aníbal Ibarra– y anunciarán un recital en el interior y el lanzamiento de un nuevo disco”. El anuncio llegó por vía de José Palazzo, pero, según cuenta Kollmann en su nota, Patricio Santos Fontanet y sus compañeros se sienten ahora liberados para “alzar la voz” y salir a esa cancha con el ánimo renovado por lo que suponen una eximición: para Callejeros, si Ibarra es culpable, ellos son inocentes. Este reduccionismo no es nuevo, pero redobla el cinismo de los músicos y del manager que cargan con una importante responsabilidad en la tragedia. Así como varios de los legisladores que votaron por la destitución apuntaron elementos probados en la causa judicial, antes de “alzar la voz” el grupo no debería olvidar que esa misma causa incluye varias pruebas de su propio aporte al incendio.

En diciembre, cuando el juez Julio Lucini cambió la carátula de los integrantes de Callejeros a “estrago doloso”, el fallo puso blanco sobre negro varias de las conductas denunciadas por este diario desde enero del 2005. Una de las bases de la defensa del grupo es descargar la culpa en la falta de controles y la inexistencia de inspecciones, pero en ese fallo se relata cómo se labraron actas de la Fiscalía Contravencional en los shows de Obras y de Excursionistas: “El 18 de diciembre de 2004 en Excursionistas (...) concurrieron cuatro inspectores del área Contralor Espectáculos a fin de verificar el show, quienes observaron el uso masivo de pirotecnia”. En otro pasaje del fallo, se recuerda que “obran copias certificadas de los partes de interés de la causa Nº 15.822 de la Fiscalía Contravencional Nº 8, de la que surge que los días 30 y 31 de julio de 2004 el grupo Callejeros se presentó en el Estadio Obras Sanitarias. En ambos recitales el público encendió más de 100 bengalas (en los ingresos se secuestraron algunas y también tres tiros). Como consecuencia se labró el acta de infracción al Art. 61 del Código Contravencional. Es de destacar que los 3 inspectores del Area Contralor que estaban presentes señalaron que presumían que ‘los elementos pirotécnicos en su gran mayoría no pasan por los controles sino que son suministrados por allegados o por terceros relacionados con el espectáculo que no se controlan’”.

Una de las grandes ventajas que tenía Cromañón sobre lugares como El Teatro no era sólo que el grupo podía poner sus propios controles y seguridad (un dato también confirmado en la causa por múltiples testimonios, incluyendo una vieja nota periodística en la que el propio Fontanet dice que “no nos gusta El Teatro porque no podemos poner a nuestra gente en la seguridad”). Para actuar en un lugar como Excursionistas hay que pedir un permiso especial, que produce, tal como se ve en la causa, una inevitable presencia de inspectores. Pero Cromañón estaba (mal) habilitado como “local bailable clase C”, y el ya conocido desbarajuste de las oficinas de control propiciaba que ese tipo de lugares operara en las sombras. “Los integrantes del grupo simplemente confiaron en que la habilitación era la apropiada, cuando ningún elemento les permitía recostarse sobre tal convicción, a la luz de las flagrantes diferencias advertidas en cuanto a los controles entre los recitales de Obras / Excursionistas y los de República Cromañón”, señala el fallo, que más adelante analiza: “No hace falta exhibir una gran capacidad de representación para advertir que la detonación de pirotecnia en un lugar cerrado y plagado de asistentes redundará en un peligro concreto para los concurrentes. Ciertamente, los integrantes de la banda se representaron ese peligro y confiaron su desarrollo al azar, demostrando no hallarse interesados en llevar a cabo recitales seguros para sus seguidores. De así haberlo querido, se hubieran sometido a los controles que existieron en Obras y Excursionistas, aun concretándolo en República Cromañón”.

A pesar de todo, el grupo amenaza alzar la voz en tono de revancha, se supone libre de todo reclamo y advierte que ni siquiera los familiares de víctimas que no se tragan el sapo callejero podrán embargarle su recaudación más allá del 20 por ciento, porque es su fuente de trabajo. Mientras a su alrededor los otros responsables de tanta muerte cargan sus cruces, Callejeros sigue ofreciendo excusas insostenibles y prepara un disco, un show y una caja registradora bien aceitada. El rock argentino también debería pensar en un juicio político... pero la mayoría de los llamados realizados desde esta redacción encuentran como respuesta un cansancio del tema (“No quiero opinar, estoy harto de Cromañón”) o, como señaló uno de los músicos, “prefiero no hablar, porque estoy en la misma compañía que ellos”. Alzar la voz, bajar la voz.

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