CINE
¿Escribir o filmar?
¿Su amor por la literatura lo llevó a ser guionista en muchas de sus películas?
–No. El cine es una casualidad y los rubros dentro del cine son otra casualidad. Primero fui guionista de dibujo animado, después fui guionista de comerciales. Luego trabajé de sonidista. Después fui director de avisos publicitarios. Y el pudor hacía que no pensara ni remotamente en dirigir un largometraje. Hasta que, casi por casualidad, apareció la posibilidad de hacer a Evita que, en realidad, fue una suma de casualidades de las que no soy ingenuo ni me quiero poner a un costado. Pero no era un proyecto mío. Y empecé a encontrar el gusto que da trabajar en equipo y el cine, a diferencia de la literatura, es un glorioso juego, maravilloso. Pero hay que estar dispuesto a compartirlo casi todo. La literatura es algo solitario a lo que no renunciaré nunca, menos exigente, que no imprime ninguna presión. A nadie le importa ni sabe si uno está empezando. El cine es todo lo contrario. En cine todo el mundo sabe lo que uno está haciendo, y si uno acepta las reglas de juego y empieza la preproducción de una película, ya tiene fecha de estreno. Esto hace que a uno, a veces, las películas le salgan mejor o peor. En la literatura, con tirar al cesto de papeles, desaparece todo.