Por Mardel pululan las versiones más bizarras de Las Chicas Superpoderosas, Shrek, Ben 10 y otros monigotes conocidos. En ocasiones hasta la mirada infantil, tan dada al disfrute sin rollos, se percata de la falsificación. “¡Ey, ése no es Mickey!”, se escucha cada tanto, y es verdad. No obstante, una mirada menos acusadora revela los interesantes caminos alternativos que toman los costureros cuando se proponen emular los atuendos originales de Disney y otras compañías similares. ¿Plutos? de peluche, hermosas Blancanieves de rasgos jujeños, caballeros medievales que usan calzas de lycra... cuando una figura tiene éxito, el proceso de copia y reproducción recrea sus rasgos hasta el infinito. Cada tanto los reclamos de propiedad sobre los personajes ocasionan conflictos. En 2009, sin ir más lejos, se armó un escándalo a propósito del derecho a cantar (o no) la canción de El Sapo Pepe. Amalia García, creadora del engendro, hizo una demanda judicial. En consecuencia –según comentaron varias revistas–, “una abogada y una escribana de Sadaic llegaron antes de que comenzara el show de Adriana Szusterman” y evitaron que ésta interpretara la mencionada obra maestra de la música universal.