Viernes, 20 de mayo de 2011 | Hoy
Opacada por la ola Von Trier y por el film de Jafar Panahi llegado clandestinamente de Irán, la nueva película de Pedro Almodóvar, La piel que habito, pasó ayer a un segundo plano en el Festival de Cannes. Ya habrá ocasión de volver en profundidad sobre este nuevo melodrama noir de Almodóvar, protagonizado por Antonio Banderas y Marisa Paredes, pero se puede adelantar que el realizador manchego parece cada vez más perdido en su laberinto de pasiones. Suerte de doctor Frankenstein redivivo, Banderas interpreta a un cirujano plástico que tiene secuestrada en su laboratorio, en una inmensa casona en la cima de Toledo, a una bella mujer con la que ha venido practicando todo tipo de experimentos, hasta dejarla igual a como alguna vez fue su esposa, antes de un accidente automovilístico. Pero las vueltas de tuerca de la trama son casi infinitas en La piel que habito, al punto de que esa inexpugnable fortaleza toledana parece representar finalmente el interior más oscuro y sinuoso de la mente almodovariana.
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