Domingo, 5 de junio de 2011 | Hoy
MUSICA
El germen fueron las parrandas que organizaban en la universidad, a fines de los ‘60. Daniel Rabinovich había conocido a Carlos Núñez Cortés en el coro de la Facultad de Ingeniería de la UBA, y luego se sumarían Marcos Mundstock, Carlos López Puccio y Jorge Maronna, con el aporte fundamental y la talentosa conducción creativa de Gerardo Masana, que murió –muy joven– en 1973. Hoy, más de treinta espectáculos después de aquellos ensayos iniciales, Les Luthiers mueve varias toneladas de carga en cada gira. No es una exageración, si se considera que el show anterior, Lutherapia, convocó a más de 350.000 espectadores. El afán por experimentar ha hecho que inventen más de cuarenta instrumentos, entre ellos el campanófono a martillo, el cello legüero, el contrachicharrone da gamba, la gaita de cámara y el ya célebre bass-pipe a vara.
Han sido miles de kilómetros recorridos, horas y horas de interpretación y una serie de aventuras que convendría compilar. Hubo incendios sobre el escenario y hasta una noche, en Lima, les cortó la luz del teatro –vaya paradoja– Sendero Luminoso. Con la agenda ajustadísima hasta el 2014, Les Luthiers ni piensan en apretar el freno. Es más, Rabinovich y Mundstock acaban de encarnar a un rabino y a un cura católico en Mi primera boda, film protagonizado por Natalia Oreiro y Daniel Hendler, con dirección de Ariel Winograd.
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