Lunes, 20 de junio de 2011 | Hoy
CULTURA
Oscar Hermes Villordo era “el plebeyo entre patricios”. Había nacido en 1928 en Machagai, un pueblito de Chaco que, como recuerda Claudio Zeiger en El paraíso argentino, adelantándose al realismo mágico, hubo que cambiar de lugar porque se inundaba constantemente. “Villordo es el único escritor al que durante la apertura democrática le fue bien. Casi diría que es el momento en que emergió su figura”, subraya Zeiger. En el ’83 publicó La brasa en la mano, su novela más famosa. Mientras Silvina Bullrich, Beatriz Guido, Manuel Mujica Lainez y Marta Lynch se dirigían hacia el ocaso, él se convirtió en una figura pública. Villordo, que trabajó en el diario La Nación, fue el escritor que cambió el concepto estetizante de Manuel Mujica Lainez. “Villordo amó al pobre, al enfermo y al marginal; él en parte era eso, como si pudiera tener una suerte de doble vida y pudiera participar de varios mundos al mismo tiempo.” Zeiger lo entrevistó dos veces, para la revista El Porteño y para Página/12. “Cuando lo conocí, me encontré con una persona sumamente simpática, amable y muy risueña; era un provinciano morocho, gordito. Cuando lo volví a ver para la segunda entrevista y me abrió la puerta de su departamento, era terrorífico verlo: estaba muy delgado, era piel y huesos. En ese contexto dio a entender que tenía sida pero no lo dijo; después lo declaró públicamente en La Nación, que dicho sea de paso le costeó todo el tratamiento, hasta que murió, en el ’94. El me contó que cuando salió La brasa en la mano, que fue un best seller muy importante que vendió como 40 mil ejemplares, en el diario estaban asustados. Villordo estaba dentro de ese mundo aristocrático, a pesar de que había un rechazo muy fuerte hacia él. El aprovechó eso hasta que se jubiló y sintió que no le debía nada a nadie.”
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