Miércoles, 3 de agosto de 2011 | Hoy
MUSICA
Bobby McFerrin nació en Nueva York en 1950. Hijo de cantantes de ópera, con su registro de cuatro octavas –algo así como la unión de las voces de su madre soprano y su padre barítono– se convirtió en uno de los intérpretes más destacados, creativos y divertidos de la escena musical internacional. Es un artista versátil, transgresor y capaz de conjugar profundidad y entretenimiento y al mismo tiempo ganar diez premios Grammy con sus grabaciones.
Su primer disco, Bobby McFerrin, es de 1982. Siguieron Spontaneous Inventions (1985) y Elephants Childs (1987). Después, llegó el éxito comercial con el tema “Don’t Worry Be Happy”, en 1988. La masividad no atentó contra el deseo de búsquedas y el estímulo de nuevas inspiraciones. Con el ensamble Voicestra grabó Medicine Music (1990) –donde canta su padre, Robert, el primer afroamericano incluido en un elenco del Metropolitan–; con el violoncelista Yo-Yo Ma sacó Hush (1992). Play (1992) y The Mozart Sessions (1996) documentan la química entre McFerrin y Chick Corea. En 1997 McFerrin propone Circlesongs, ocho improvisaciones basadas en las tradiciones de Africa y Medio Oriente.
En la última década, el rigor de la búsqueda y cierto inconformismo lo llevaron a grabar menos. Beyond Words (2002) es una excursión a través de Asia, Africa, Medio Oriente y las influencias europeas, con Chick Corea, el bajista Richard Bona, Omar Hakim, entre otros. Después de ocho años, el año pasado sorprendió con VOCAbuLarieS, el resultado de un trabajo sobre la voz humana en diferentes lenguas y vocabularios musicales.
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