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Martes, 11 de abril de 2006

TEATRO › HUGO ALVAREZ, DIRECTOR DE “TERNURA”

Enfermedad y prejuicio

Obra inicialmente escrita para la televisión por el sueco Jonas Gardell, La ternura aborda el tema del HIV situando su acción a fines de 1986, en Estocolmo. Los protagonistas, una pareja homosexual masculina, enfrenta los pormenores de la enfermedad y, a la vez, lidia contra los prejuicios de los padres de uno de ellos. “En esta familia sueca están expuestos los conflictos generacionales, la intolerancia, los prejuicios, los miedos, las dificultades de aceptar al diferente”, afirma el director Hugo Alvarez, quien acaba de estrenar su propia versión de la pieza (que va jueves y viernes en Corrientes Azul, Corrientes 5965), con un elenco integrado por Hilario Quinteros, Mariano Mendietta, Eva Kal y David Sznek. La escenografía y el vestuario pertenecen a Gabriela Fernández; el diseño de iluminación, a Martín Antonini. “En aquel momento no existían medicinas contra el HIV y los antibióticos resultaban inútiles. Hoy se cree que el sida es un mal que ocurrió en el pasado y que todo está controlado, pero no es así”, advierte Alvarez en la entrevista con Página/12.

–¿Cuáles fueron los cambios efectuados en el texto original y cuáles los motivos de esas modificaciones?

–En mi versión eliminé información que se reiteraba y demoraba el desarrollo dramático de la obra. Generalmente, los nuevos habitantes de una pieza –los actores en la búsqueda de sus personajes– van enriqueciéndola, al igual que el director y los demás colaboradores. Eso es lo que tiene de maravilloso el trabajo colectivo en el teatro.

–La traducción guarda fidelidad al habla cotidiana. ¿No sintió la necesidad de ubicar la acción en la Argentina?

–Si hubiese intentado adaptarla a la realidad argentina, hubiera estado obligado a reescribir esta obra. Los personajes son suecos y se expresan cultural y socialmente de una manera diferente a los argentinos. De haberlo hecho, muchos espectadores esperarían una reacción “a la argentina” de los personajes frente a determinados conflictos. Es importante aceptar que existen otras miradas diferentes a las nuestras y otras reacciones frente a los problemas.

–El sida es una enfermedad que hoy puede contraer cualquiera, independientemente de sus costumbres sexuales. Dado que el texto no es actual, ¿le interesa hacer un aporte pedagógico en relación con el conocimiento de la historia de la enfermedad?

–No me interesa ser pedagógico, no es ésa la función del teatro, ni la mía, pero me parece que vale la pena ocuparse del tema. Mi intención al respetar al autor y su exposición del tema fue encarar el tratamiento del desarrollo de este flagelo desde su inicio y confrontarlo con la realidad de hoy y subrayar que, pese a la afirmación de muchos, la enfermedad es más grave aún que en sus inicios. Hoy los cócteles permiten controlar y mantener la vida de los infectados, pero su número aumenta a grandes pasos. Los grupos de riesgo ya no son los homosexuales, sino que incluyen a todos, en particular a las mujeres, tal como lo señalan las estadísticas. Con esta obra, yo desearía que se hablara libremente del tema sin dar la espalda a la realidad.

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