Lunes, 26 de septiembre de 2011 | Hoy
TELEVISION › LA INFLUENCIA DEL PLAN ENCARADO POR EL INCAA
La aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA) y la implementación del Sistema Argentino de Televisión Digital Abierta crearon, entre otras cosas, las condiciones para el desarrollo de un proceso de democratización mediático. En este sentido, el Consejo Asesor del Sistema Argentino de Televisión Digital Abierta aprobó el Plan Operativo de Fomento y Promoción de Contenidos Audiovisuales Digitales, al que se suscriben convenios entre el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y el Incaa. Estas diez ficciones unitarias son el resultado de ese plan impulsado por el gobierno nacional, en el marco del concurso para la producción de unitarios para compañías audiovisual con antecedentes (los interesados debían haber producido ya una serie como mínimo). Los requisitos que debían cumplir los directores o productores para presentarse al concurso, además de la experiencia, era que primero debían comprometer a un canal de TV de aire para la emisión en horario prime time (de 20 a 24) de la ficción. Para ello, debían acompañar la propuesta televisiva con una “carta de intención” de los directivos de las señales. A cada una de las propuestas seleccionadas el Estado les asignó un presupuesto de 1.625.000 pesos, a razón de 125 mil pesos por cada uno de los trece capítulos, una cifra menor a lo que cuesta producir 45 minutos de artística a cualquier compañía en el mercado argentino. En contraprestación a la financiación, el Estado tiene la posibilidad de recuperar lo invertido en función de quedarse con la mitad del espacio de tanda publicitaria de cada episodio, y que una vez emitidas las diez series quedan en manos del Estado para distribuirlas en la televisión pública y las emisoras del interior.
La medida fue celebrada por todos los actores de la industria. “El concurso organizado por el Incaa pudo incentivar a la televisión abierta a encarar temáticas que hoy están ausentes en la pantalla. Es una apuesta a que desde la TV podamos reflexionar sobre nosotros mismos como sociedad”, reflexionó Llorente. Por su parte, Camaño destacó que el concurso “ha movido bastante a la industria”. “Son diez las ficciones que están trabajando a la vez, así que ha movilizado mucho los rubros técnicos”, dice. “Y esto permitió trabajar algunos temas más difíciles de vender a los productores habituales; es un espacio para aprovechar y para hacer crecer. La televisión también genera identidad y pertenencia cultural, todos los proyectos seleccionados son de primer nivel y pueden ser vendidos a cualquier parte del mundo.” En sintonía, Gelós festeja la buena nueva por todo lo que genera. “Los puntos positivos son varios”, enumera. “Uno de los principales es la posibilidad de hacer ‘televisión de género’. Por supuesto, generar fuentes de trabajo, pluralidad de producciones, convertir en un canal público de difusión a las emisoras privadas –ya que la financiación de la producción no depende de la pauta publicitaria, sino del aporte del Estado–, abordar temáticas que desde lo privado no sería posible, independizarse un poco del factor rating –punto determinante en la supervivencia de la TV privada–, y encontrar un acercamiento entre el Estado y la TV privada.”
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