Lun 17.10.2011
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TELEVISION › OPINIóN

Continuidad y cambios

› Por Martín Becerra *

El origen de la televisión en la Argentina contiene el germen de algunos rasgos centrales que definen, 60 años después, su funcionamiento. Aunque en los últimos 20 años se agregaron novedades, aquellos rasgos eran la influencia política en las transmisiones, la lógica comercial que organiza una grilla que orbita en torno del entretenimiento, la tercerización de una parte de la programación (aun en los medios gestionados por el Estado), la centralización en Buenos Aires de la producción de contenidos y la exploración estética.

La primera transmisión celebró el Día de la Lealtad peronista, en 1951, meses después de la expropiación del diario La Prensa, en un contexto de cooptación de cadenas radiales y empresas periodísticas por parte del primer gobierno de Perón. Desde su lanzamiento, el Canal 7 se atuvo a una lógica comercial, tercerizando parte de su programación y con una dependencia orgánica con el Poder Ejecutivo.

En la década del ’60, la TV se transformó en industria, como plantea Mirta Varela en La televisión criolla. Fue una máquina cultural que sirvió de escaparate de bienes de consumo masivo a través de la publicidad. Se creó una estructura de canales privados, primero asociados a productoras norteamericanas y luego en manos de empresarios argentinos como Alejandro Romay o Héctor Ricardo García. Este período, que se cierra en las vísperas del golpe de Estado de 1976 con la estatización de los canales dispuesta por Isabel Martínez, reconoció la introducción de un lenguaje masivo, popular y comercial, fruto de la creatividad de directores, actores y guionistas, que apostaba por la innovación de formatos.

La etapa de la censura explícita, que abarca desde 1974 y se agudizó con la dictadura desde 1976 hasta 1983, se superpuso con un cambio de modelo económico a partir del Rodrigazo de 1975 y con la consecuente retracción del mercado editorial (libros, diarios y revistas). Este proceso fue paulatinamente compensado por el aumento del consumo de radio y TV, medios que se presumen de acceso gratuito. Entre 1970 y 1980 dejaron de editarse más de 250 diarios. El desplazamiento de la gráfica al audiovisual facilitó el control de los mensajes y la consagración de la TV como un artefacto de entretenimiento. La dictadura reconvirtió el Canal 7 en Argentina Televisora Color en 1978, introduciendo el color en la pantalla. El gasto fue denunciado como uno de los hechos de corrupción más graves de la historia del canal oficial.

Desde la recuperación del régimen constitucional en 1983, siete procesos afectaron la TV: primero, el destierro de la censura directa; segundo, la privatización de 1989 y la consecuente concentración de la propiedad en pocos pero grandes grupos; tercero, el surgimiento de la TV multicanal de pago (cable y satélite), que lentamente tiende a segmentar audiencias; cuarto, el arancelamiento de algunos contenidos, como el fútbol, que fue uno de los argumentos que forzaron la masificación de la televisión por cable y que Fútbol para Todos, a partir de 2009, revirtió en el marco de la disputa entre el gobierno y el grupo Clarín; quinto, la digitalización de los procesos productivos (más recientemente, el lanzamiento de la Televisión Digital Terrestre por el gobierno); sexto, la tercerización de la programación (y de los riesgos) en productoras independientes; y, por último, la centralización geográfica de la producción de contenidos. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de 2009 proyecta cambios en varios de estos procesos, pero es prematuro concluir si será eficaz en esa misión.

Hace décadas, a la TV generalista le diagnosticaron una muerte pronta, primero a través de la segmentación de públicos por la TV paga y luego, por el impacto de Internet. Sin embargo, a pesar de esas profecías, Carlos Ulanovsky afirma que la TV sigue activa como modelo de aspiración social. Además, la TV tiene, con su lógica de flujo continuo, una cualidad que las nuevas redes digitales aún no han superado: la capacidad de organizar una agenda programada en un contexto histórico en el que la programación y la planificación son habilidades cada vez más dificultosas de asumir para las instituciones tradicionales. La TV es uno de los contados espacios que ofrecen un contenido programado, aun con sus incumplimientos horarios que son una secuela de la disputa por el rating.

* Universidad Nacional de Quilmes - Conicet.

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