LITERATURA
La sensación es que el divorcio entre crítica, escritores y lectores “masivos” continúa, por más que los autores de la nueva narrativa hayan multiplicado los ciclos de lectura. Salvo excepciones, el puente con el lector parece roto todavía, ¿no?
–Ese puente se está reconstruyendo muy despacio; es cierto que todavía hay un divorcio importante entre los lectores comunes y masivos y la llegada que pueden tener o no a ciertos libros. Muchos de los libros que cito en Los prisioneros de la torre son de difícil acceso porque fueron publicados por editoriales muy pequeñas que no tenían buena distribución o por editoriales muy grandes que los trituraron o los mandaron a saldo a los ocho meses, cuando ese tipo de libros necesitan tiempo. Pero las editoriales grandes suelen no tener tiempo porque están tomadas por políticas que las obligan a tener que saldar. Es muy importante que haya un mercado cultural, algo que entendieron perfectamente los escritores vanguardistas de la década del ’20. ¿Qué hizo la revista Martín Fierro? ¿Qué hizo el suplemento cultural de Crítica? Construyeron un mercado nuevo de lectores. Todos los ciclos de lecturas y las pequeñas editoriales fueron un modo de generar un nuevo mercado, que todavía es chiquito, pero existe. Los Leemings y Ocio, de Fabián Casas, llegaron a mucha gente. Mientras no metan la cola las posiciones estúpidamente elitistas, que siempre sirven para cerrarse y encerrarse, creo que en poco tiempo muchos lectores van a hablar de los libros de la nueva narrativa argentina. Este es un momento para apostar a construir un nuevo mercado de lectores.
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