Miércoles, 26 de abril de 2006 | Hoy
CINE
Adrián Caetano tiene ahora una miniobsesión: recuperar el nombre de Israel, simplemente porque alguna vez lo perdió, cuando alcanzó cierto “renombre” con sus películas anteriores. Atado al pasado cinematográfico, por ahora convive Israel con Adrián, como si fueran dos, o como si fuera uno solo. Caetano tiene una buena costumbre, desde los orígenes de sus películas en cine, e incluso de su paso por la televisión: mezcla temáticas sociales, culturales o políticas con producciones audiovisuales ligadas al género: Pizza, birra, faso, Bolivia y Un oso rojo son, en definitiva, películas de género (de acción en el caso de las dos primeras y algo así como un western urbano en el caso de la última) pero situadas en ambientes “sociales”. Esa es, tal vez, su mejor característica y también –por qué no– su propio riesgo, en una línea que en Crónica de una fuga vuelve a cruzar: contar en clave de thriller, suspenso y terror la historia de una fuga de un centro clandestino de detención en la última dictadura militar.
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