Lunes, 27 de febrero de 2012 | Hoy
TEATRO
Tanto la actriz como la directora de Molly Bloom consideran que el adverbio afirmativo sí utilizado en el monólogo determina el destino de la mujer. Se encuentra en el comienzo y en el final del capítulo, cuando Molly recuerda su juventud en Gibraltar. (“...y yo primero lo rodeé con mis brazos sí y lo atraje hacia mí para que pudiera sentir mis senos todo perfume sí y su corazón golpeaba loco y sí yo dije quiero sí”). Para Carmen Baliero, sin ese sí no hubiese habido casamiento con Leopold Bloom ni Molly hubiera tenido amantes, y si el autor lo retoma una y otra vez es porque el fluir del pensamiento no está sujeto al tiempo cronológico. Cristina Banegas coincide, y observa que la mujer “va y viene de un tema a otro: se acuerda de Gibraltar, del amante, del bebito que se le murió..., y todo eso se da simultáneamente”.
–¿Tan importante es el sí en Molly...?
Baliero: –El sí es determinante, el punto de partida del destino de Molly, y también una inflexión narrativa que permite comenzar una oración y terminarla. El texto de Joyce es no resolutivo, como la música contemporánea. La tonalidad es para mí un yugo. Apresa. La música contemporánea, en cambio, libera el sonido. Este concepto, aplicado a la palabra, le da a ésta el valor que el escritor quiere. El sonido o la palabra no parten de un significante anterior. Por eso, las preposiciones y los diferentes nexos utilizados por Joyce tienen valores diferentes en una misma página.
–¿Podría hacerse esta obra sin un conocimiento musical previo?
Banegas: –Se puede hacer la dramaturgia de Molly... con la mujer tendida en la cama, con Leopold Bloom a su lado, dormido, pero nosotros quisimos que fuera un concierto, y allá vamos... Lo mío es ir haciendo surf a través del lenguaje.
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