Martes, 9 de mayo de 2006 | Hoy
OPINION
Por Daniel Divinsky *
Una vez más –musiquita, suelta de globos y aplauso–, el domingo a las 10 de la noche terminó la Feria 32ª. Entre cajas que recogen los libros que vuelven a sus domicilios, sandwiches y brindis –un rito–, se desencadena otro: el balance, como si pudiera haber uno solo. El castizo “Cada uno opina de la Feria según cómo le fue en ella” resulta aplicable como siempre. Y como a Ediciones de la Flor le fue bien, es obvio que pienso maravillas. Pero eso no es novedad. Los numeritos tardan en hacerse: según el ojímetro se vendió notoriamente más y según el codómetro, que mide la cantidad de gente a cuerpear para desplazarse por los pasillos en los días de mayor afluencia, hubo más público. Pero eso es anecdótico.
Lo que tuvo de nuevo la Feria 06 es la iniciativa de la Conabip (Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares), una de las instituciones que funcionan con mayor eficacia y transparencia en el aparato estatal, de dar a más de 800 directores de bibliotecas un dinero (más los viáticos correspondientes) para venir a la Feria, enterarse de los títulos disponibles, y comprarlos para sus acervos con un alto descuento, sólo posible “comprando en fábrica”. Esto generó un movimiento extra, permitió que una gran cantidad de bibliotecas pudieran actualizar sus fondos, y brindó el conmovedor espectáculo de esos santos que son los bibliotecarios, arrastrando changuitos y bolsos como si cayera sobre sus hombros la responsabilidad de llevar toda la cultura del mundo para sus lugares de origen. No es poca cosa.
Y también fue novedad la gente nueva que acudió, al menos, a nuestro stand: las firmas de autores como Fontanarrosa, Liniers, Nik, generaron inmensas colas donde las caras juveniles (y, hay que decirlo, los celulares con cámara incorporada) denotaban un estimulante relevamiento generacional. El discurso inaugural de Tomás Eloy Martínez, galanura en el lenguaje y profundidad en el concepto como es habitual en él, puso nivel a una inauguración que exhibió discusiones de almacén –que debieron haberse dejado para otro ámbito– entre el presidente de la Fundación organizadora y el secretario de Cultura de la Nación. Kirchner no fue, Cristina sí. Pero, a los efectos de la Feria, como decía Minguito, se gual.
* Editor.
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