Jueves, 1 de noviembre de 2012 | Hoy
CINE › TIM BURTON Y SU VERSIóN AMPLIADA DE UN VIEJO CORTO
Al director de El cadáver de la novia lo echaron de Disney en 1984, tras filmar el cortometraje Frankenweenie. Ahora, el mismo estudio financió el largo basado en aquel trabajo inicial. “No es una revancha, pero en su momento fue duro”, afirma Burton.
Por Alan Collino
Hace casi treinta años, Disney echó a Tim Burton. La culpa la tuvo Frankenweenie, corto en el que el realizador, por entonces de 26 años, parafraseaba el mito de Frankenstein, con un niño en el lugar del científico y su perro como “la criatura”. Burton trabajaba en Disney desde 1980, cuando el estudio lo tomó como aprendiz en su departamento de animación. Fue Disney quien fue en busca de Burton, como producto de la repercusión obtenida por uno de sus primeros cortos, Stalk of the Celery Monster, filmado en el viejo formato de 8 mm. Lo curioso es que esa repercusión no fue de público, sino de los veinte o treinta compañeros de clase de Burton. El futuro realizador de Eduardo Manos de Tijera estudiaba en ese momento en la escuela de artes CalArts y fueron sus classmates los que quedaron deslumbrados por ese corto. En Disney, Burton trabajó como dibujante de story boards, ilustrador y animador, en películas como El zorro y el sabueso, El caldero mágico y la Tron original. Pero su estilo no cuadraba bien con los requerimientos del estudio, por lo cual prontamente lo mandaron a desarrollar proyectos propios. Estos no tardaron en cuajar: ése fue el problema.
El primer corto propio que Burton produjo para Disney fue Vincent (1982), filmado en blanco y negro con la técnica de stop motion o cuadro a cuadro. En ella, el niño protagonista se imaginaba como su ídolo, Vincent Price, quien además ponía su voz en off. El siguiente corto fue una versión de Hansel y Gretel, que terminaba con un combate de kung fu entre los protagonistas y la bruja. Se exhibió una sola vez por televisión, el día de la Noche de Brujas a la mañana, y quedó cajoneado para siempre. En 1984, Burton completó Frankenweenie, que duraba media hora y tenía a un bull terrier en el papel de Sparky, con la muy burtoniana Shelley Duvall y Daniel Stern haciendo del Sr. y la Sra. Frankenstein, padres de Víctor, el niño protagonista. Con la película terminada, Disney hizo tres cosas: verla, estrenarla y despedir al realizador, por considerar que no era apta para el target único y tradicional del estudio, los niños. Diez años más tarde, las cosas habían cambiado, por lo cual Disney produjo la muy dark El extraño mundo de Jack, dando lugar a la reconciliación oficial entre el realizador y el estudio. Frankenweenie, el largo, viene a cerrar ese largo ciclo de amor/odio.
–¿Vivió como una suerte de revancha personal que Disney le produjera Frankenweenie?
–Revancha no, pero en su momento fue duro. Intenté trabajar como animador en el estudio y no lo logré. Durante dos años me tuvieron trabajando por mi cuenta. Terminé Frankenweenie, no les gustó y me echaron. Todo eso fue sumamente frustrante, como se imaginará. Así que desde ya que es reconfortante que el mismo estudio termine produciendo, años más tarde, un largo basado en aquel primer corto.
–¿Qué lo llevó a volver sobre el corto?
–La intención de ampliarlo y modificarlo. Agregarle personajes que antes no estaban, hacerlo en animación cuadro a cuadro, blanco y negro y 3D, sumando además un montón de cosas de “películas de monstruos”.
–Esos personajes nuevos, sobre todo los compañeros de escuela del protagonista y los profesores, ¿son inventados o estaban en su memoria?
–Toda Frankenweenie es producto de la memoria. Desde ya que no intenté reproducir literalmente situaciones y personajes, pero todo eso está alimentado por experiencias o sensaciones personales.
–¿A qué se refiere?
–A todo lo que se ve en la película. La historia central, de hecho. De chico, yo tenía un perro al que los veterinarios le daban poco tiempo de vida. Así que el fantasma de la muerte estaba siempre rondando, cada vez que lo veía, jugaba o pensaba en él. En algún punto esa experiencia se fusionó con las películas de monstruos que me gustaban, específicamente Frankenstein, y junté las dos cosas. Es la idea de mantener vivo aquello que amás. No me resultó difícil ponerme en lugar de Víctor Frankenstein, con mi perro como “la criatura” y los vecinos como la jauría de pobladores.
–¿El pueblo ficcional de Nueva Holanda tiene algún parecido con su ciudad natal?
–Sí, para diseñarlo me basé en mi ciudad natal, Burbank. El corto original se filmó en Pasadena. Ese cambio determina también un cambio de clima, de “aire”.
–¿De niño se sentía un marginal, un freak?
–No sé si tanto. Lo cierto es que no me sentía del todo comprendido por quienes me rodeaban. Tal vez por eso no me costó relacionar las películas de monstruos con mi propia vida, con lo que me rodeaba. De adolescente sí me sentí más atormentado.
–¿En algún momento pensó en filmarla en colores?
–No, para nada. Por suerte la gente del estudio no me lo pidió, porque en ese caso no la habría hecho. Es una historia sólo posible en blanco y negro. Entre otras cosas porque requiere de un estilo expresionista, como el de las viejas películas mudas alemanas.
–Esta vez la gente de Disney aceptó el aire dark de la película, el peso que la muerte tiene en ella.
–Pero cómo se va a horrorizar por eso la gente de Disney, si vienen matando animales desde hace décadas... Hay una idea de que Disney es el cuentito rosa, pero las películas del estudio están llenas de muerte, pérdida y duelo, desde Bambi hasta El rey León.
–¿Usted ve sus propias películas como algo dark o tiene de ellas una visión distinta?
–Supongo que son un poco dark, algo melancólicas, pero también espero que sean graciosas, divertidas y placenteras. Además, lo que hoy es dark o demasiado terrorífico, mañana ya no lo es. Cuando se estrenó Batman, supuestamente era lo más oscuro del mundo. Hoy parece una parodia ligera. O El extraño mundo de Jack. Cuando se estrenó, mucha gente me preguntaba si no era demasiado terrorífica para niños. Y los chicos salían del cine cantando las canciones...
–Hablando de Bambi, usted le rinde un homenaje. Es la película que dan en el cine del pueblo, cuando se desata toda la locura del final.
–Sí, es un homenaje y también una broma, porque Bambi es como el arquetipo de la película de animalitos “lindos”, mientras que ahí afuera un montón de bichos están mutando a monstruos espantosos.
–¿A qué viene toda esa proliferación de monstruos?
–A mis deseos de rendir homenaje a las películas que me gustaban de chico. En el corto original me limité a Frankenstein, pero acá me basé más bien en La casa de Frankenstein, donde ya aparecían otros monstruos, e incluso en esas películas tipo Abbot y Costello contra Frankenstein, que eran como un desfile de criaturas. Así que metí un Godzilla, un vampiro y esas cosas.
–Hay unas especies de gremlins, también.
–Ah, sí.
–Aunque es una especie de fundamentalista de la ciencia, da la impresión de que usted simpatiza decididamente con Mr. Rykurski, el profesor de ciencias.
–El tipo tiene una mente inquisitiva, creativa. Para él la ciencia es una forma de la imaginación, una especie de aventura espiritual.
–El diferencia entre el espíritu científico y la utilización tecnológica de la ciencia, propia de la cultura estadounidense.
–Claro, porque son cosas distintas. El espíritu científico lleva a hacerse preguntas sobre el mundo. La tecnología apunta a dominarlo, en beneficio de la comodidad, el confort.
–Esa cualidad de “distinto” que tiene Rykurski lleva a que cuando las cosas se complican, los padres lo consideren un personaje peligroso para sus hijos. En ese punto da la sensación de que la película se pone política.
–Bueno, creo que esa clase de paranoia e intolerancia lleva a un país a tomar las armas contra otro.
–¿Rykurski evoca algún profesor que usted haya tenido?
–No en lo específico, pero sí tuve presentes a un par de profesores que me resultaron muy estimulantes. Sobre todo en la escuela de artes a la que fui, en California. En esa época, yo estaba convencido de que dibujaba mal, y por suerte hubo un par de profesores que me alentaron a seguir.
–Rykurski es ruso y habla con un fuerte acento. Para darle voz usted usó a Martin Landau. ¿Es una especie de autohomenaje al Lugosi de Ed Wood?
–Más que autohomenaje lo vivo como una forma de recuperar ese personaje que me resulta entrañable. Y de paso me dio la posibilidad de volver a trabajar con Martin, que también lo es.
–Así como se percibe su simpatía por Mr. Rykurski es notoria su antipatía por Burgermeister, el intendente del pueblo.
–Burgermeister es el tipo anal, el que sólo piensa en sus propias cosas. A él lo único que le interesa es su jardín, y está dispuesto a hacer cualquier cosa para defenderlo. Martin Short, que hace la voz de Burgermeister en el original, pensaba en Ronald Reagan y Raymond Burr al ponerle la voz.
Traducción, edición e introducción: Horacio Bernades.
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