Jue 27.12.2012
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CINE › OPINIóN

Las películas bien hechas

› Por Juan Vera *

Hace un par de años, a poco de estrenarse Igualita a mí, película que escribí y produje, fui a tomar un café con una amiga. A ella le gustan los cuentos que escribo, cuentos inéditos que sólo leen mis amigos. Le pregunté si había visto la película. Me dijo que no, y luego agregó, mirándome severa: “¡Vos tenés que filmar tus cuentos y no esas películas pedorras!”. ¡Y lo dijo sin haber visto la película!

Pensé que, en parte, su prejuicio es el mismo en el que se debate y se pierde el cine argentino. Le contesté que cuando escribo cuentos, no me importa nada. Somos yo y mi computadora. No involucro a nadie. Pero, cuando escribo o analizo un proyecto a filmar, nunca pierdo de vista que hay gente que pone mucho dinero. Una empresa, una persona física y también el Incaa. ¡Y el dinero hay que devolverlo! Entonces no puedo hacer lo mismo que hago con los cuentos. Porque, aunque no nos guste, el cine es un negocio. Entonces tengo que ser responsable y armonizar mis gustos con las ecuaciones comerciales. Cuando analizo un guión me pregunto: ¿Por qué iría la gente a ver esta película y no otra? ¿De qué trata? ¿Es clara? ¿Está bien escrita? ¿Quiénes son los actores? ¿Es realizable, en términos de producción, para los estándares del cine argentino?

De los 45 millones de tickets vendidos en 2012, sólo el 9 por ciento correspondió a alguna película argentina. Y se estrenaron más de cien. Algo no funciona bien. ¿Hay lugar para todas? Sé que es un problema de difícil solución, porque la producción se incrementa año a año. Pero mientras pensamos cómo se arregla este lío, desearía que todos los años hubiera, al menos, diez películas argentinas que sean de calidad y busquen al público. En el actual panorama, el verdadero cine marginal es el cine industrial. Este año en Patagonik produjimos cinco películas. Todas con el apoyo del Incaa y de inversores privados. Dos de ellas, Dos más dos y Elefante blanco, convocaron entre ambas a un millón ochocientos mil espectadores. Son películas muy distintas, en su concepción, en su género y en su temática.

No creo que tenga que hacerse un tipo de cine específico. Creo en las películas bien hechas. Como Infancia clandestina, ¡Atraco! o Peter Capusotto y sus 3 dimensiones, que también llevaron mucha gente a las salas. Me gustaría que se generen las condiciones para que el sector privado sea seducido para invertir en cine y que el cine argentino produzca más películas de mayor rigor profesional, que estén bien contadas y bien filmadas. En ese marco, las buenas películas de experimentación, a las que hay que proteger, encontrarían un campo más fértil. Así mi amiga estaría contenta. Y yo también.

* Guionista y productor.

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