CINE › OPINIóN
› Por Agustina Llambí Campbell *
Despedimos el 2012 con anuncios que auguran un futuro próspero para el quehacer cinematográfico local: el cine reconocido como industria, la creación de un Polo Audiovisual, el incremento del tope de subsidios, el proyecto de digitalización de salas. En diciembre, Ventana Sur, el mercado de cine latinoamericano organizado por el Incaa, tuvo record de acreditados internacionales.
Sin embargo, a los jóvenes directores y productores, algo de ese futuro prometedor parecería esquivarnos. Integro junto a Santiago Mitre, Alejandro Fadel y Martín Mauregui un proyecto de producción que llamamos La Unión de los Ríos. Hemos realizado dos películas y tenemos una tercera en proceso de postproducción. Contamos actualmente con un par de proyectos bajo el brazo y si bien el camino que hemos recorrido nos abrió puertas económicas y financieras a explorar, en el ámbito local el panorama no es más alentador que cuando empezamos.
Que el cine recupere en cuanto industria la capacidad de generar trabajo es digno de festejar. Pero los nuevos topes de subsidio sólo son un alivio para películas con cierto potencial comercial. El subsidio por otros medios, que garantiza la producción de películas de riesgo artístico, que sin tener un gran recorrido en la taquilla construyen una identidad cultural, sigue dependiendo de un Costo Medio de Película Nacional de septiembre de 2011. Realizarlas es casi una odisea. Y para productores como nosotros, acceder a recorrer esa odisea tampoco es fácil. Por no haber sido estrenadas en 35mm y durante siete días consecutivos, nuestras películas no son consideradas como antecedentes para acceder a los beneficios de la Ley de Cine. Beneficios que para nuestros proyectos futuros podemos obtener sólo si nos asociamos a un productor de mayor trayectoria.
El Incaa brinda apoyo a nuestras películas en el exterior y promueve su difusión local en los Espacios, pero a la hora de apoyar su producción y realización, el camino es incierto, por no decir arduo. Y sigue dependiendo del esfuerzo e inteligencia de los particulares. Si se logra el objetivo político que intuimos de que el cine argentino produzca menos películas pero de mayor audiencia, si el cine finalmente se convierte en una industria, las películas de riesgo formal y narrativo van a tener que encontrar la manera de subsistir y reinventar los nichos para exhibirse. Ese es nuestro desafío y estamos dispuestos a afrontarlo. Confiamos en que nuestro trabajo y el hacer películas cada vez mejores ayudará a que los caminos se vuelvan claros.
* Productora de El estudiante y Los salvajes.
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