Lunes, 21 de enero de 2013 | Hoy
LITERATURA
“La gente de campo tiene una relación muy distinta con los animales –cuenta Hebe Uhart–. Lo más gracioso fue un personaje que conocí en las afueras de Tandil, en una pulpería moderna, pintadita. Había unos paisanos jugando a las cartas y uno –más picadito, apenas tomado– tenía ganas de hablar”, recuerda. Hebe lo escuchó y tomó nota enseguida. “Dicen que la vaca es tonta. Pero es el animal más inteligente que hay y a mí me encantan, yo las adoro, las abrazo. Tengo tres, Camila, Florencia y la Pirata. La vaca vieja es mala con la nueva que entra, no la deja comer, la empuja, y el perro la torea a la vaca, la pone nerviosa. Ciento diecinueve vacas tengo, bah, soy empleado y distingo a muchas por el nombre, la piba mía sabe el nombre de todas, ‘al toc’. Yo tuve tres caballos: Solito, Tornado y Micaela, y una vez en mi casa se aquerenció un pato silvestre, lo traje muerto de frío, le puse Pancho de nombre. Lo reviví con huevo batido con azúcar, yo llegaba renegado del campo y decía: ‘El único que me entiende es el pato’. Yo le decía al pato: ‘Comprendeme’. Y él me seguía hasta adentro.”
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