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Miércoles, 17 de abril de 2013

RADIO › LOS EGOS EN LA TELEVISIóN

Poder y confusión

“En la tele son todos como Roberto Carlos, tienen un millón de amigos. Hasta que levantan el programa... ¡y tienen un millón de enemigos!”, dice Claudio Villarruel, con una sonrisa que ameniza tan enfático dictamen. La televisión, como todo ámbito laboral compuesto por tensiones de poder, egos y dinero, es una gran fractal de pasiones y sensaciones que intervienen en los procesos creativos y productivos con diferentes consecuencias. El gran desafío tal vez sea encontrar una combinación que armonice todos estos elementos para alcanzar resultados exitosos (y repetirlos, de ser posible), sin menoscabar la integridad individual de quienes parecen dejar la vida por un punto más de rating.

¿Existe una fórmula perfecta y definitiva? “Creo que la mayor tensión es cómo hacer algo con pasión y compromiso y, al mismo tiempo, saber que eso también es algo profesional –arriesga Bernarda Llorente–. Es difícil, porque si sos un burócrata, nada te afecta. Ni para bien ni para mal. Simplemente lográs establecer una distancia con lo que estás haciendo. Lo complejo es apasionarte sin olvidarte de que sos un ser humano, como cualquier otro, que desempeña un rol. Es el equilibrio más complicado.”

“Mi error es comprometerme emocionalmente con todo, pero eso lo aprendés con el tiempo –comparte Villarruel, en tono confesional y autocrítico–. Mis primeros años en la tele fueron durísimos para mí, con los autores, con el director... ¡con todos! Vos creés que si convocás a alguien, le das un buen libro o lo ponés en un buen programa, estás generando un vínculo afectivo, pero cuando las cosas no iban bien, se me venían a mí y no podía manejarlo. Te das cuenta de cómo son las cosas con el paso de los años. No puedo recriminarle nada a un tipo que se enoja conmigo, porque evidentemente el confundido era yo. Creía que todos pensaban como yo, que la tele no era sólo un negocio sino también una gran oportunidad para movilizar la cabeza y el corazón de un montón de gente. Me di muchos palazos emocionales porque hay mucho chupamedismo en el medio, hasta que aprendí a convivir con eso, al punto de que he logrado trabajar con tipos que me resultaban detestables, pero igualmente eran funcionales al ciclo, que es lo que importaba.”

Llorente, en cambio, busca parámetros en dimensiones que exceden su ejercicio profesional. Esposa del ex canciller Jorge Taiana, recuerda la época en la que acompañó a su marido en su misión diplomática por Guatemala: “Vivía en una embajada, lugar de espacios enormes, con capacidad para un montón de gente. Era una vida distinta a la que podría tener de acuerdo con mis posibilidades reales. Entonces, cuando venía a Buenos Aires, hacía dos cosas. Primero, abría las puertas de mi casa y mi departamento me parecía más chico, lógicamente. Daba vueltas y me tranquilizaba a la media hora, cuando todo volvía a tener las dimensiones que yo recordaba. Y después, rápidamente, bajaba a la calle y paraba un taxi. Era mi método para volver a tomar noción de lo que era la realidad. Mi realidad, al menos”. ¿Qué tiene que ver esto con la tele? Ella lo explica: “El problema es el mismo, la confusión. Porque vos podés ser parte de eso y jugar a que es tu vida, pero de ninguna manera creerte que te pertenece. Hay muchos que se confunden y que creen que la tele es su vida real y después vienen los duelos y los golpes. El poder genera confusiones”.

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