TELEVISION › OPINIóN
› Por Eduardo Fabregat
No deja de ser llamativo, aunque tiene su lógica: la década del ’80 tiene suficiente atractivo como para que una cadena continental decida hacer no un documental, sino toda una serie, diez horas dedicadas a repasar esos diez años. Es una era tan jugosa que cualquier persona más o menos informada puede enumerar no menos de diez o quince hechos típicamente eighties sin pensarlo demasiado. Las nuevas tecnologías (sí, todo lo que vino después parece relativizar eso de “nuevas tecnologías”, pero el Pac-man, la Commodore 64 y los efectos especiales de Cazafantasmas parecían cosa de hechicería) hicieron que todo eso quedara bajo una luz más brillante, material de leyenda para este especial de National Geographic.
Tan interesante como eso, sin embargo, es lo que quedó bajo ese brillo, lo que seguramente no se verá en el documental: los otros ’80. Los ’80 de El derecho de nacer, con Verónica Castro incendiándoles la cabeza a las amas de casa, y de los videoclips fatto in casa de Música Total con Marcelo Bello y su ballet armando coreografías flúo; los ’80 de King Crimson retornando en modo moderno con la sagrada trilogía de Discipline, Beat y Three of a perfect pair, y Peter Gabriel abjurando del sinfonismo de Genesis en su carrera solista; los ’80 de Macocos en el Rojas y el aquelarre del Parakultural, y Moris volviendo a Obras con la tribuna cantando “Pappo presidente, Vitico canciller”; los ’80 de depresión dark escuchando a Fricción, Oktubre, Signos, La Sobrecarga y Don Cornelio, teléfonos sonando en habitaciones vacías, misteriosas charlas telefónicas para ir a buscar “los casetes” y gente recontradura rebotando en las fiestas de Buenos Aires; los ’80 de los baños de Cemento como puertas del Averno, la imprescindible Cerdos & Peces, la efímera pero polentosa Caín, la inefable 13/20, la Organización Negra metiendo miedo con el teatro de acción y los anarcos llamando a repudiar al Papa; los ’80 de los minicasetes y la crisis del vinilo, del demo de Patricio Rey sonando en 9PM y el Sordo Gancé en la madrugada, de Cuero Pesado y Submarino Amarillo, del Parque Rivadavia antes de los piratas rusos y sus raros compact discs, de Van Halen atronando Obras. Los ’80 que, por momentos, se parecen a un gozoso agujero negro, tan inolvidables a pesar de todo (“el que se acuerda de los ’80 no vivió los ’80”), tan irrepetibles, tan ochentas. Al cabo y por fortuna, tan poco televisables.
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