Lunes, 19 de junio de 2006 | Hoy
LITERATURA
¿Cómo fue ese acto en el que habló Cortázar?
–Muy shockeante para mí, sobre todo porque en ese momento yo empezaba a decir “bueno, quiero ser escritor”. Pero conocer a ese tipo y que hiciera lo que hizo arriba del escenario fue increíble. Porque era un lugar donde había mucha gente, y muy exaltada.
“Arrancó en un tono de voz muy bajo y siguió en ese mismo tono a lo largo de los quince o veinte minutos en los que habló –escribe Jeanmaire–. Ninguna palabra más fuerte que la otra. Ninguna. Y eso muy a pesar de que al principio nadie parecía escucharlo y yo temí que se cansara de nosotros y se escapara para siempre, por algún agujero del escenario. Pero no. De a poco, la multitud se fue apaciguando y empezó a escucharlo. Hablaba de la oquedad de algunas palabras, del vaciamiento de significación que habían sufrido en boca de los militares. Palabras como patria o revolución, por ejemplo. Finalmente llegó a la palabra libertad. Y ahí se quedó un rato. Se quedó reflexionando sobre la libertad en el mismo tono de voz que al principio, hasta que en un momento pareció preguntarse a sí mismo, ahí tan solo y tan rodeado de gente, si del vaciamiento de significación de la palabra libertad o de la palabra liberación, no habíamos también participado un poco todos.”
–Ahora no está de moda hablar bien de Cortázar, pero tiene varias cosas muy importantes para la historia de la literatura argentina. Era un escritor en el que te podías espejar, alguien que no solo escribía bien, sino que además era un buen tipo. Y eso no es fácil de encontrar. Cortázar, por otra parte, puso una bomba en medio de la lengua y eso no se puede obviar: salvo Arlt y alguna cosa de Marechal, lo coloquial casi no aparecía en la literatura argentina. Cortázar está presente en todos los que escribimos. Me parece que hay cosas muy diversas y dispares en su obra, que pueden gustar más o menos, pero el tipo se dio todos los gustos: “Ahora quiero hacer una novela como Libro de Manuel y la hago, no pasa nada”. Es mucho más valioso eso, una obra dispar como la suya, que otra muy pareja que termina repitiéndose continuamente. Y en la Argentina estamos bastante acostumbrados a gente que parece haber encontrado una voz o un mundo y sigue por ahí hasta que se muere, sin interesarse jamás por arriesgar un cachito, intentar otra cosa. Me parece que valía la pena meter en el libro a Cortázar porque está bueno reivindicarlo, sobre todo en este momento.
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