Jueves, 22 de junio de 2006 | Hoy
MUSICA › LOS MULTIPLES CAMINOS DE LA COPLA ARGENTINA
Por K. M.
“El hombre madura sus silencios para parir la copla. Y la copla sale. Se hamaca en el viento, se orienta y se larga cuesta arriba, buscando no sé qué estrella para hacerle comprender las viejas angustias del pueblo y el desesperado anhelo del hombre”, definió alguna vez Atahualpa Yupanqui, y concluyó, con belleza: “La copla, tierna o brava, rebelada o preñada de saudades, duele, hiere, con ese puñal de verdades angustiosas y de silencios malos y lindos que el hombre junta en la tierra”. Leda Valladares hablaba del “terrible grito indígena de los valles”, para referirse al canto con caja. Ese canto que adquiere distintos nombres según las zonas geográficas donde se practica: puede llamarse copla, tono o tonada en la puna, en los valles de Tafí joi-joi, en Catamarca y La Rioja vidala o vidalita, y también vidalacoya, arribeña (de los cerros más altos) o abajeña. La coplera Mariana Carrizo acerca una explicación al nombre que adquiere en Salta, baguala: “Dicen que toma ese nombre por el bagual, el animal salvaje: porque es arisca, no tiene ninguna medida musical, ninguna métrica. Sólo tiene el sentimiento, es el canto más sencillo, es una poesía del pueblo, y ni el pueblo sabe que es el artesano. La gente canta coplas porque lo siente, nomás”.
En la copla, como en tantos ritmos, aparece la mezcla hispana y americana: su estructura viene del cancionero popular español, y algunas de las antiguas coplas recopiladas por el investigador Juan Alfonso Carrizo permanecen intactas de romanceros y cancioneros de coplas españoles o con muy pocas variantes. Los temas de las coplas son infinitos: “La gente canta su vida”, sintetiza Carrizo.
La caja, el instrumento de percusión con el que se acompaña el canto, tiene dos parches de cuero, que puede ser de chivo o de oveja (suele usarse uno y uno). La caja coplera o bagualera es de piel de vaca, tiene un sonido más agudo y se usa al norte de Salta, en el límite con Bolivia. La caja vidalera lleva el pelo del animal, generalmente hacia afuera, y no tiene “chirlera” (un hilito que la cruza y en cada golpe genera un vibrato). Los ritmos que adquiere la copla también son distintos según las regiones: la de los valles bajos es lenta, mientras que en las zonas más altas de la puna (Jujuy y Salta andinos) el canto es más rápido. Carrizo también tiene una explicación para esta diferencia: “Yo lo asocio a los saltos que tiene que dar un pastor a la par de sus animales mientras va bajando la ladera. Por eso en esa zona la copla es más saltadita”.
Suele decirse que en carnaval las coplas florecen junto a la algarroba. “Hay toda una mística: es febrero, tiempo de cosecha, andan los duendes robándose los frutos... Es la liberación del alma”, explica Carrizo. Antes y durante el Carnaval hay momentos clave en que se lucen las copleras y copleros: los topamientos de compadres, donde los hombres se encuentran, a veces en “pechadas” a caballo, y se cruzan con sus coplas. Los topamientos de comadres, un jueves antes de Carnaval, donde las mujeres de cada pueblo o paraje se juntan a cantar. Cada una lleva un arco donde cuelga los frutos que ese año cosechó en su tierra. Cuando se encuentran, se rocían con harina o almidón, a modo de juego y saludo, y mientras van cantando y bailando, entre ellas se quitan los frutos de los arcos. Es parte del “ablande” del Carnaval. Y abundan los contrapuntos de hombres y mujeres que muestran cuánto se aman o se desprecian. Así se sigue cantando y bailando, hasta el martes de Carnaval. “Y el miércoles de ceniza tenés que ir a la iglesia a confesar los ‘pecaditos’ que te mandaste durante el Carnaval... ¡Si es que te acordás!”, advierte Carrizo.
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