Lunes, 12 de agosto de 2013 | Hoy
CULTURA
El rescate de lo político en Argentina ha incluido el conflicto y la confrontación, aunque algunos todavía tengan muy arraigada la ficción de que la política es una especie de campo de rosas donde no hay disputas. ¿Por qué cree que se le quitó esa conflictividad a la política en la década del ’90?
–¿Cuándo la política es democrática? Cuando da lugar a la diversidad y por lo tanto a la conflictividad. Si hay diversas posibilidades, tenemos que decidir cuál es la que vamos a elegir. Y para decidir cuál es la que vamos a elegir, tenemos que debatir y tiene que haber conflicto y contraposición entre las distintas miradas. Pero si pienso que la política es un campo de rosas es porque no hay alternativas. Si no vamos a debatir, si no vamos a tener conflicto, es porque pensamos aproximadamente más o menos lo mismo. Esa idea de una sociedad homogénea, no conflictiva, en donde no hay alternativas, tiene que ver con el pensamiento único, con la idea de que hay una mirada única y una salida que, por lo general, es de carácter técnico. Eso es lo autoritario, precisamente. Donde no hay diversidad, donde no hay debate, donde no hay conflictividad, lo que tengo es pensamiento único. Eso es lo autoritario, aunque se muestre con una cara sonriente y pretenda parecer muy tolerante. La tolerancia es la convivencia con el conflicto, entendiendo que el que piensa diferente y opuesto a mí puede convivir conmigo. Pero yo voy a tratar de ganarle, por supuesto, porque creo que mi posición es más adecuada o conveniente. La política siempre va a implicar un debate que no puede ser desapasionado, en la medida en que se juegan cosas centrales.
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