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Miércoles, 9 de octubre de 2013

TELEVISION › LA ESCENA “DE SEXO”

Mirada de amor

En el capítulo del jueves pasado, finalmente Guillermo (Chávez) y Pedro (Benjamín Vicuña) vivieron su esperada noche de pasión. De la misma manera que el beso entre los enamorados había generado cierta polémica entre los seguidores de la ficción de Pol-ka, la escena en la que los personajes dan rienda suelta a su amor reeditó aquella por lo “poco” que había mostrado. La sutileza, parece, no está bien vista en una TV actual que desde hace años parece estar dispuesta a mostrar todo. “Tengo muchos problemas con las escenas de sexo, me parecen de lo más mentiroso que se hace. No me gusta el esteticismo en lo sexual. Tengo la experiencia de ser un hombre que incursionó en la vida amorosa y no me reconozco tan esteticista”, le dijo el actor a Página/12 antes de la emisión del encuentro. “Se me hace que es la competencia de mi escena con lo que he visto. Estoy cansado de ver esas manos en esas espaldas, que nunca es así. Es como si me sintiese que me hago el Iván De Pineda caminando por una pasarela y una vocecita me dice: ‘¿Qué te hacés el Iván De Pineda?’”, bromea Chávez. Consultado sobre la “necesidad” de que la historia de amor tenga su escena de sexo, el actor no duda. “Era posible, necesario no es nada, pero era posible. Y si es una de las posibilidades, entonces, ¿por qué no ir por ésa? La historia amerita que se haga. Llega un momento en el cual el tipo de vínculo genérico hace difícil que todos los capítulos nos relacionemos físicamente”, agregó el actor.

–¿Considera que una historia homosexual no se puede contar de la misma manera que una heterosexual?

–Hay una cotidianidad en la heterosexualidad que no la hay en la homosexualidad. Hay una historia de esa escena que la hace diferente de la otra historia. No es que porque las relaciones heterosexuales están expuestas todo el tiempo, este tipo de historias también deban estarlo. Hay que contarla de manera tranquila. Y es una ficción en la que hay que evaluar cuánto hay que mostrar para que el espectador lo desee. Los griegos la tenían bien clara: las cosas importantes no las mostraban. En Farsantes se tomó una decisión estética. Y que nadie se haga el canchero: somos progres, somos modernos, tenemos el casamiento igualitario, pero dos hombres que se besan es un hecho fuerte. No queramos hacernos los piolas y hagamos una experiencia, también, con nuestra propia vulnerabilidad. No se puede pasar por un incendio sin salir, por lo menos, colorado. Es un aprendizaje, independientemente de la vida privada de cada cual. Lo privado, cuando se hace escena, es otro asunto. Es interesante ver cómo alguien se entrega a la ternura con un otro del mismo sexo. Cómo evitar un contacto netamente genital para establecer un encuentro de dos almas, para que aparezca el amor por sobre la genitalidad. Eso hay que construirlo. ¿Cuál es la diferencia de la mirada de un padre con su hijo? ¿Cuál es la diferencia en el amor de un hermano con su hermano? ¿De una madre con su hijo? ¿Cómo es que nosotros amamos? ¿Cómo se dividió el afecto en roles? A mí me interesa contarle al espectador la mirada del amor, con la que alguna vez todos fuimos mirados.

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