TEATRO
En 1999, Romeo Castullucci se presentó por primera vez en Buenos Aires en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín con Orestea, una versión sobre La Orestíada, de Esquilo, un espectáculo que generó tantas polémicas como el que presenta en esta oportunidad. Como ahora sucede con el excremento del anciano, entre otras transgresiones, en aquella puesta –que incluía Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides, las tres obras que conforman la trilogía– el director jugaba con cuerpos desnudos, obesos y esqueléticos, a los que cubría de sangre para sorpresa del espectador. Desafiando los cánones de representación de aquel momento, también, presentaba a un actor con síndrome de Down como protagonista de una de las tragedias. La obra causó un gran revuelvo en la crítica y el público, que aún recuerda esa presentación. Catorce años después, antes de presentarse con su nuevo espectáculo, el director elabora una comparación entre éste y aquél: “En los dos casos hay un pesimismo antropológico, ambos representan una escena de crisis. La Orestea estaba inscripta en un concepto de representación clásica, todo estaba respetado hasta el más mínimo detalle. Había una búsqueda filológica sobre la tragedia y estaba más apreciado el trabajo de dramaturgia. Esta pieza es mucho más directa. Hay muchas referencias a la historia del arte y al Antiguo Testamento, pero criptados, no fácilmente visibles”.
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