Ni la TV estatal ni la privada produjeron una programación infantil convincente en 50 años de vida. Es hora de que los responsables de los medios empiecen a pensar que algo hay por hacer. Pero cuando se formulan premisas que apelan a la responsabilidad de los adultos, a los derechos y garantías que tienen los chicos, a enseñar valores y a mostrar modelos de vínculo y comunicación con ellos, tiemblo de alegría y de susto. De alegría, porque son expresiones muy loables que comparto y desarrollo en mis espectáculos; y de susto porque se enumeran demasiados objetivos y se habla poco de cómo hacerlos. Me dirán que es un enunciado, que ya vendrá la puesta en marcha. Yo digo: empecemos por la puesta en marcha y de allí saldrán los enunciados. Si están la gente capaz y los recursos económicos necesarios, se harán buenos programas. Y si no están, por más enunciados elogiables que hagamos, el resultado seguirá siendo mediocre. Ojalá se pueda concretar una televisión sana, creativa y multifacética.

* Autor y director de obras infantiles.