Bartís sostiene que “el teatro argentino tiene una fortaleza increíble”. Según el teatrista, “es ingrato que le den tan poca pelota. La industria del entretenimiento se impuso desde la televisión. Desde allí algunos tienen derecho a ejercer vetos sobre nuestra vida, organizar nuestro humor, formalizar nuestra realidad. Esta es una época de gran confusión, muy vinculada con la presunción tecnológica del contacto personal, en la que hay un alejamiento general de la naturaleza y de los estímulos primarios. Y como la realidad no está fuerte en su propio enunciado, el teatro, a pesar de su fortaleza, tiende a perder su poder de ficcionalización”.