MUSICA
Pappo fue su amigo de la infancia y con él grabó uno de los discos más notables de la década del ’70: Pappo’s Blues III.
–Cuando llegué de Europa y Luis ya tenía armado Pescado Rabioso, caminé las dos cuadras que me separan de la casa de Pappo, y armamos el Pappo’s Blues III (risas). Coincidíamos mucho con Pescado. Me acuerdo de las cenas después de los shows o las fechas compartidas... Pappo pertenece a mi historia familiar: misma edad, mismo barrio, los dos laburando en el mismo taller mecánico y sacándonos el mameluco para pegar fotos de las revistas importadas en la pared. Y sacar los temas de Cream y Jimi Hendrix, la casa, la madre, la hermana, la panadería medianera de por medio donde sigo yendo a comprar el pan. Grabar Pappo’s Blues III fue como un recital, lo hicimos al toque.
–¿Y Miguel Abuelo?
–A él le debo la fortuna de haber podido grabar esa primera versión de “Diana divaga” en CBS, en el año ’68, cuando no había casi nada: todo era Club del Clan, artistas cantando en inglés, y sólo resistían Los Gatos y Almendra con el “Tema de Pototo” todo el día en el taxi. Un día me subí a un taxi, estaba sonando “Diana...” y no pude creerlo... ¡Hasta le dejé una propina al taxista!
–Esos primeros Abuelos fueron un par de temas brillantes y una anarquía total.
–Sí, no pudimos completar el primer LP. Era una época muy loca, muy efímera, y Miguel era muy inquieto: era un gran escritor, ¡esa voz tan alta! Era un trotamundos antes y después de pasar por Plaza Francia: apostó todo sin cálculo posible como una enfermedad terminal, un virus. Estuve cerca de ellos porque he quedado magnetizado por esa esfera de talento alrededor.
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