TEATRO › OPINIóN
› Por Héctor Levy-Daniel *
Desde hace unos años se ha instalado una especie de mitología acerca del bienestar del teatro de Buenos Aires que es necesario examinar a fondo. Esta mitología no tiene en cuenta si muchísimos espectáculos que componen la enorme cartelera porteña cumplen aunque sea mínimamente con tres condiciones que son indispensables: pasión, creatividad y trabajo. Esta mitología está basada en un criterio cuantitativo del que es indispensable desprenderse, y que podría enunciarse sencillamente en la fórmula “cuantas más obras se presenten es mucho mejor”.
Por lo cual, una cantidad de personas se ven alentadas a escribir, dirigir y actuar en espectáculos que muchísimas veces tienen la calidad esperable de los productos realizados con enorme descuido. Esta multiplicación desmesurada tiene como efecto que numerosas personas estén más preocupadas por conseguir el “prestigio” que, supuestamente, les otorgaría el título de “artista” antes que obtener, con paciencia y conciencia, un producto elaborado y de calidad. Las obras así constituidas atentan contra sus propios creadores y contra el público, pero también contra todo el teatro independiente que, con cada una de estas experiencias, pierde cada vez un poco más de jerarquía. Al mismo tiempo, en medio de esta marea que sube vertiginosa, muchísimos espectáculos valiosos pasan inadvertidos, incluso para los críticos e investigadores que, desorientados entre tanta proliferación, terminan por seguir pistas falsas.
Por alguna razón que habría que analizar, se ha instalado la falsa idea de que los oficios de escribir, dirigir y actuar son tareas accesibles, que requieren una formación mínima y producen con rapidez renombre y notoriedad. Por lo cual, muchas personas están más preocupadas por estrenar que por estudiar e investigar, o preguntarse para qué aportar una nueva pieza al maremágnum de la cartelera porteña. Este fenómeno de producción de obras encuentra su reflejo perfecto en la enorme cantidad de talleres de actuación, dirección y dramaturgia que existen en Buenos Aires. Cualquier persona que haya cursado tres o cuatro años de cualquier actividad relacionada con el teatro se siente habilitada para dictar talleres; a los que asistirá una cantidad de personas que, en poco tiempo, se sentirán habilitadas para montar un espectáculo. Este es un extraño momento: tenemos muchos más maestros que alumnos y, probablemente, más creadores que público.
* Dramaturgo, director, investigador, docente.
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