Sábado, 22 de febrero de 2014 | Hoy
TEATRO › MIREYA, EN EL TEATRO ALVEAR
“¿Te acordás, hermano, la rubia Mireya, que quité en lo de Hansen al loco Cepeda? Casi me suicido una noche por ella, y hoy es una pobre mendiga harapienta.” Así recordaba el tango “Tiempos viejos” –inmortalizado en la voz de Gardel– a aquel mítico personaje rioplatense que motivó la filmación de dos películas: Los muchachos de antes no usaban gomina (1937/1969) y La Rubia Mireya (1948). Décadas después, la leyenda vuelve en formato de musical. Con libro, letras y dirección general de Pepe Cibrián Campoy y con música original y orquestaciones de Angel Mahler, Mireya es el primer musical de tango de la dupla que ha patentado un estilo propio e indiscutido en la historia de la comedia musical en Argentina. Hacedores de piezas fundamentales del género como Las mil y una noches, Calígula, Drácula, El Jorobado de París, entre otras, ambos son los responsables de esta nueva obra netamente porteña e inédita en su historial creativo.
Protagonizada por la multifacética Gabriela Bevacqua, Mireya, un musical de tango –que se exhibe en el Teatro Presidente Alvear (Corrientes 1659), de miércoles a viernes a las 21, los sábados a las 21.30 y los domingos a las 20– no defrauda al público argento. Ambientada en 1910, la obra cuenta la historia de la joven huérfana Mireille, que sueña con dejar el conventillo y convertirse en una artista reconocida. Junto a su amigo Miguel (Leandro Gazzia), emprende la búsqueda de ese destino, pero en el camino se enamora de Manuel (Martín Repetto), el “villano” que le promete amor eterno y riqueza pero, en cambio, le ofrece una vida de esclavitud y perdiciones. Amargada por el desengaño, logra escapar y en el afán permanente de triunfar conoce a Alfredo, el “héroe” (Damián Iglesias), un joven aristócrata que se enamora del talento de Mireille y la ayuda a convertirse en Mireya. Pero cuando el camino al éxito y al amor parece allanado, la verdadera tragedia está por acontecer...
“Es una obra muy nuestra; su sabor a tango y su modo de hablar del tango hace que nos parezca muy argentina y muy porteña. Los personajes, y sobre todo el de Mireya, pasan por muchos estados y eso hace que el público se pueda identificar. A mi personaje le ocurre de todo, cosas hermosas y terribles, y en ese devenir de cosas que le suceden la gente se siente muy reflejada. Ese es el valor que yo rescato de la obra”, señala Bevacqua.
La actriz y cantante, discípula de Cibrián, dio sus primeros pasos en Calígula, un clásico del director. Desde ese momento, y desde hace 13 años, no dejó de trabajar. Luego llegaron, entre otras producciones, El fantasma de Canterville, Mamma Mia! y el unipersonal musical Desde el sillón, donde Bevacqua sintió por primera vez la adrenalina de un protagónico, y con el cual realizará próximamente una gira internacional por algunos países como Ecuador, Colombia y Perú. Pero el mayor desafío llegó, sin dudas, cuando Pepe Cibrián la invitó para leerle su nueva obra y luego le dijo: “Quiero que hagas Mireya”.
“Mi carrera se hizo paso a paso, en ella todo se fue dando de manera progresiva. Este nuevo papel me encuentra segura y sin miedo y para mí es un honor tener la responsabilidad de estar protagonizando esta obra en la calle Corrientes, y de la mano de Pepe y Angel. Esto es fruto del trabajo de muchos años”, asegura.
El despliegue de la escenografía, las actuaciones, la coreografía y la música en vivo de Mahler hacen posible un musical meritorio de celebración y aplausos. Junto con la notable interpretación de Leandro Gazzia, en el papel de Miguel, el mejor amigo y cómplice de Mireya, la actuación de la protagonista se impone sobre todo por sus dotes vocales y así lo reconoce el público, que la ovaciona de pie.
Las críticas hasta el momento han sido elogiosas y las repercusiones dentro de la sala también sorprendieron a los actores. La identificación del público con lo que acontece en el escenario es total y eso se observa ante algunas de las situaciones más significativas de la puesta. Como una posibilidad que regala el teatro al espectador, la interpelación que produce la acción actuada se traduce en aplausos en medio de una escena, silbidos y hasta abucheos (dirigidos con justicia al villano de la historia). Bevacqua sabe de esto mejor que nadie. “Yo no estaba acostumbrada, y Angel tampoco, porque la otra vez contó que en treinta años de carrera nunca le había pasado que la gente comentara tanto una obra, durante la obra. El público es efusivo y reacciona como si estuviera viendo una telenovela de la tarde. Uno como actor siente que el público forma parte de la historia que estás contando. Parece una frase hecha, pero uno entrega todo por las personas que pagan la entrada para verte, por eso es lindo cuando escuchás que están disfrutando.”
Informe: Candela Gomes Diez.
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